Este es el episodio 27 llamado El Reino de Asturias, de Alfonso I a Bermudo y en este episodio aprenderás:
- Sociedades sin estado. La cuenca del Duero
- Luz y oscuridad. Alfonso I de Asturias y su hijo Fruela
- Los reinados oscuros de Aurelio y Silo
- Vientos de tempestad. Mauregato y Bermudo el Diácono
- Beato de Liébana, el intelectual del Reino de Asturias
- El Veredicto: Dar voz a los silenciados
- Avance y outro
- Fuentes
Sociedades sin estado. La cuenca del Duero
Antes de hablar del Reino de Asturias, es necesario hablar de la que sería la gran área de expansión del Reino asturleonés hasta el siglo XI, todo lo que es la cuenca del Duero situada en la submeseta norte, entre la cordillera Cantábrica y el sistema Ibérico. Ya hablé sobre esto basándome en la magnífica investigación del historiador Iván Pérez Marinas en el episodio extra 12 Tierra de nadie. El Duero entre los siglos VIII y XI, y es pertinente hacer ahora una síntesis de los puntos más importantes de ese episodio. Contrariamente a lo que defendían hace décadas historiadores de referencia como Claudio Sánchez Albornoz, no existió tal cosa como un desierto del Duero, es decir, no existía una tierra de nadie totalmente despoblada y creada expresamente por el rey Alfonso I de Asturias para actuar como zona colchón y protegerse de las incursiones musulmanas.
Según esta interpretación de las crónicas asturianas, Alfonso I de Asturias habría logrado eliminar a la población árabe y bereber y llevarse a la gente de la cuenca del Duero a la cordillera Cantábrica, y esa inmigración masiva habría dotado el incipiente Reino de Asturias de un influjo de godos que habría cambiado el carácter político del reino. Sin embargo, ya alertó en su día Ramón Menéndez Pidal que en esa época poblar o repoblar no significaba colonizar y crear nuevas poblaciones, sino organizar un territorio e integrarlo en los cuadros administrativos de una entidad política bajo reyes, condes y la jerarquía eclesiástica. Esto significa que cuando hablamos de poblar o repoblar León, Salamanca u Oporto, no estamos hablando de que esas localidades hubieran desaparecido y estuvieran deshabitadas, sino que sus gentes pasaron a pertenecer a una entidad superior, sin por ello excluir que también llegó un poco de población emigrada del norte y sí emergieron algunos pueblos nuevos por la expansión agrícola.
Las crónicas asturianas tenían interés en borrar el hecho de que antes ya había gente en el territorio incorporado o conquistado para así apropiarse de tierras que no eran suyas, y esto de negar que una tierra fuera de alguien y apropiársela es algo que también ocurría en otras partes de Europa como Inglaterra o el Imperio carolingio. Por eso para no confundir, más que de repoblación, yo prefiero hablar de integración. El problema que tenemos es que no se han conservado fuentes escritas propias de las sociedades del Duero altomedieval, así que es un pueblo sin historia y solo podemos recurrir a lo que nos dicen las crónicas árabes y las cristianas junto a la arqueología y la toponimia para esclarecer un poco la situación que se vivía por esos lares.
Hay que imaginarse la cuenca del Duero como un territorio ya poco poblado antes de la conquista islámica, al llegar los musulmanes los bereberes se asentaron por estas tierras y seguramente se aliaron con la aristocracia local. Sin embargo, tras la gran revuelta bereber desaparecieron las estructuras políticas centralizadas y la región sufrió un desmantelamiento de la estructura administrativa de la Iglesia. La cuenca del Duero quedó como una tierra de nadie con aldeas e iglesias locales autónomas, y no surgió ninguna entidad política compleja como en Asturias o Pamplona por la falta de un sistema militar e impositivo y porque la vida de las sociedades autónomas del Duero estaba muy ruralizada al contar con pocos núcleos de población de cierta relevancia que no se pueden considerar ni ciudades, sino más bien pueblos de aspecto rústico con casas dispersas.
Hay historiadores que consideran que predominaban las sociedades campesinas con explotación mancomunal de la tierra y sin duda es cierto que las élites aristocráticas al principio fueron las más afectadas negativamente por el colapso político del siglo VIII, pero había de todo y el territorio se podía articular en comarcas dominadas por castros y aldeas fortificadas, por valles o a través de monasterios, mientras el modelo romano de ciudades como elementos políticos centrales prácticamente desapareció. No en todos sitios las élites se vieron afectadas de la misma manera, por ejemplo las más afectadas negativamente fueron las ciudades con sede episcopal y por tanto más vinculadas al Reino visigodo como Braga o Astorga, mientras que en Galicia sus élites tenían unas bases de poder local más sólidas y por eso bajo el Reino de Asturias vemos como los nobles gallegos tenían la capacidad de rebelarse y reafirmar su poder. En algunos casos el colapso fue una oportunidad de ascenso para unas élites marginales, como es el caso de Zamora, que antes de la caída del Reino visigodo había sido una población sin importancia pero que en el momento de su incorporación al Reino de Asturias fue considerada como una ciudad crucial para el reino cristiano. En general, la cuenca del Duero contó con unas élites que fueron poco a poco recuperando su prominencia y aumentando su poder al especializarse en la guerra y aliarse con cristianos o musulmanes para hacer razias y acaparar el liderazgo regional frente a otros aristócratas locales y los campesinos autónomos.
Como tierra de frontera la cuenca del Duero estaba más influida por al-Ándalus que por el aún emergente Reino de Asturias, porque al fin y al cabo el Emirato de Córdoba era la potencia hegemónica de la Alta Edad Media peninsular y porque siguió manteniéndose la presencia de bereberes en la zona, por lo que hubo una arabización e islamización de parte de la población del Duero como ya vimos también en el episodio extra 14 La frontera de Castilla y La Rioja en la Alta Edad Media. Por ejemplo, en Segovia existía una mezquita en el siglo X, en Zamora se encontraron cerámicas y monedas islámicas y hay numerosa toponimia árabe, y en Coímbra vemos como la élite dominante era el clan bereber de los Banu Danis. Sin embargo, poco a poco el Reino de Asturias fue expandiéndose e incorporando estas sociedades sin estado, integrándolos en sus cuadros administrativos a veces por la fuerza y a veces por la vía diplomática y asimilando las élites autóctonas con las de la aristocracia norteña. De esta forma las élites autóctonas del Duero revalidaron y reforzaron su posición social al tiempo que los reinos cristianos respetaban parte de las leyes y costumbres recogiéndolas en fueros para las poblaciones recién integradas, y por su parte los reyes y condes del norte conseguían nuevas tierras, más tributos y soldados.
Luz y oscuridad. Alfonso I de Asturias y su hijo Fruela
No quería hacer una sección larga pero me es imposible separar los reinados de expansión territorial de Alfonso y Fruela de Asturias porque las mismas crónicas asturianas los mezclaron y atribuyeron unos logros a Alfonso I de Asturias que le pertenecían a su hijo Fruela, así que veamos cómo y por qué se enredaron estos reinados de la historia asturiana entre los años 739 y 768. Empecemos por lo básico, ¿quién era el primero de los Alfonsos? Alfonso era hijo de Pedro de Cantabria, un supuesto duque del Reino visigodo que según una crónica estaba emparentado con los reyes más gloriosos del Reino visigodo, Leovigildo y Recaredo. Su figura no es mencionada en los textos de época visigoda así que ese prestigioso linaje podría no ser más que una invención del siglo IX para establecer la continuidad con el Reino visigodo y legitimar la rama gobernante de Alfonso I y su hermano Fruela, no confundir con su hijo y rey del mismo nombre.
Alfonso llegó a Asturias después de la revuelta de Pelayo y se casó con Ermesinda, hija del caudillo astur. De este modo es posible que se fusionasen dos núcleos de resistencia independientes y Alfonso pudo acceder al trono tras la muerte del primogénito de Pelayo, Favila, a pesar de que este tenía hijos varones. Ya comenté en el episodio 24 La Reconquista, Pelayo y Covadonga que mientras la Crónica ovetense señala que Alfonso sucedió a Favila, la rotense habla de que fue elegido por los nobles para remarcar su legitimidad al trono siguiendo los métodos electivos de la monarquía toledana. Hay que entender que durante toda la época del Reino de Asturias que cubro en este episodio es más fiel a la realidad de la época considerar el Reino de Asturias como una jefatura política, una forma menos compleja que un estado donde miembros de una misma familia extendida monopolizan el frágil poder de la jefatura. No fue hasta Alfonso II de Asturias cuando ya la entidad política astur desarrolló unas instituciones y mecanismos de poder central más sólidos y a partir de entonces se estableció el principio de sucesión hereditaria de padre a hijo como la regla.
Todas las crónicas asturianas presentan a Alfonso I de Asturias como un soberano victorioso en el campo militar y un piadoso cristiano que construyó y restauró multitud de templos de culto. La figura de Alfonso I fue tan magnificada y ensalzada por los cronistas de Alfonso III que incluso lo santifican y hablan de que cuando murió se oyeron los cánticos de los ángeles por su palacio. Si por algo hacen destacar el reinado de Alfonso I es por sus campañas militares, que más que de conquista solían ser expediciones de castigo o razias tras el abandono de buena parte de las guarniciones musulmanas por la revuelta bereber y la guerra civil en al-Ándalus. La Crónica de Alfonso III menciona en sumo detalle qué ciudades fueron atacadas: Lugo, Tuy, Oporto, Braga, Viseu, Chaves, Ledesma, Salamanca, Zamora, Ávila, Astorga, León, Simancas, Saldaña, Amaya, Segovia, Osma, Sepúlveda, Clunia, Alesanco, y otras tantas fortalezas y aldeas.

Esta crónica es la más oficialista y la más interesada en exagerar el alcance de las campañas de Alfonso I, incluso llegando a afirmar que mató a todos los árabes de estas regiones y se llevó a los cristianos a la cordillera Cantábrica dejando el Duero despoblado. También sabemos que muchas de las ciudades mencionadas no fueron conquistadas e integradas en el Reino de Asturias hasta más de un siglo después, y por su parte la Crónica albeldense solo menciona que atacó León y Astorga y despobló la comarca castellanoleonesa de Tierra de Campos. El Akbar Majmu’a afirma que los musulmanes de Yilliqiya, es decir, de todo el cuadrante noroeste peninsular, resistieron durante un tiempo pero finalmente unos de fe vacilante se convirtieron en cristianos, otros murieron y otros huyeron a los montes y más al sur hasta llegar a Coria y Mérida.
Las propias crónicas asturianas hacen una distinción entre las ciudades solamente saqueadas y las incorporadas dentro del Reino de Asturias, y afirman que el rey Alfonso I de Asturias expandió la pequeña jefatura astur que originalmente no ocupaba más que la Asturias central y oriental y la comarca cántabra del Liébana hasta ocupar toda Cantabria, la parte occidental de la provincia de Vizcaya, el norte de Burgos y las costas del norte de Galicia. Las crónicas se contradicen al decir que Álava, Vizcaya, o Pamplona eran gobernadas por sus propios habitantes, pero luego en el reinado del hijo y sucesor de Alfonso, Fruela, se habla de los rebeldes de Álava, con lo que para tratarlos de rebeldes primero deberían haberse sometido a la autoridad asturiana, así que la incorporación de Álava no está claro cuando sucedió en realidad ni los límites de las posesiones vasconas del Reino de Asturias.
Las crónicas asturianas enfatizan que Alfonso I hizo sus campañas junto a su hermano Fruela, y esta asociación a sus victorias no es casualidad porque su hermano era el ancestro de Alfonso III, el monarca reinante cuando se escribieron las crónicas, y es con las campañas militares de Alfonso y Fruela de Cantabria donde se mezclan los hechos de los reinados de Alfonso y su hijo. El historiador Julio Escalona defiende de forma muy convincente que muchas de las famosas campañas atribuidas a Alfonso I el Católico fueron obra en realidad de Fruela I de Asturias, y que las crónicas de Alfonso III movieron eso una generación atrás para asociarlo a Alfonso y su hermano Fruela de Cantabria y así legitimar el prestigio del linaje del monarca contemporáneo a la redacción de las crónicas. Hay que tener en cuenta además que entre mediados de la década del 740 y la del 750, la mayor parte de años de gobierno de Alfonso I, la sequía y el hambre azotaron toda la península ibérica tal y como nos confirman las fuentes árabes, y por eso no es posible que realizara grandes campañas en esos momentos de complicaciones económicas y sociales que afectaron a todos por igual.

Las crónicas árabes tenían menos motivos para cambiar los logros de un rey astur por otro y seguramente partieron de crónicas asturianas menos adulteradas y perdidas de la primera mitad del siglo IX. Es por ello que los cronistas árabes distan de la visión bastante negativa que dan las crónicas latinas conservadas sobre el reinado de Fruela y lo presentan como alguien que superó a su padre en determinación, audacia y habilidades administrativas, y le atribuyen las conquistas de Lugo, Oporto, Zamora, Salamanca y Segovia. Vale la pena visto todo esto quitar a Alfonso I del pedestal en que tradicionalmente ha estado y restaurar la memoria de su hijo el rey Fruela como un monarca que continuó el legado de su padre y aumentó el alcance de las conquistas y correrías astures.
Antes de aparcar este tema de las incorporaciones y razias astures vale la pena prestar atención en qué poblados y fortalezas fueron atacadas. David Peterson ha resaltado que hay una concentración especial de correrías astures entorno a La Rioja y Burgos, estamos hablando de un tercio de todas las urbes citadas, y esto podría representar un ataque a las primitivas posesiones de los Banu Qasi y otros linajes muladíes del Alto Ebro. Esta ofensiva pudo servir para hacer perder en buena medida el control musulmán sobre el extremo fronterizo de esta zona que antiguamente había servido al Reino visigodo para mantener a raya a los vascones y posibilitar así la expansión y comunicaciones entre Asturias y la recién incorporada Álava. No es sorprendente que dada la proximidad de las firmes posesiones musulmanas en el Alto y Medio Ebro y las posesiones castellanas y alavesas del Reino de Asturias la mayoría de aceifas musulmanas durante el Emirato de Córdoba atacasen por ahí.
Al oeste, Fruela incorporó a sus dominios las tierras gallegas hasta el río Miño, y parece que ahora sí los asturianos pudieron ejercer su soberanía en Lugo. Existen varios documentos de la época que nos hablan del obispo Odoario de Lugo, que llegó a Galicia con su familia y sirvientes tras oír de los éxitos de la monarquía asturiana y huyendo de la violencia e inestabilidad del norte de África, probablemente causadas por la revuelta bereber y la tercera fitna. A causa de esta inquietante expansión territorial de un lejano aristócrata cristiano, rebelde desde el punto de vista islámico, el emir Abd al-Rahman I lanzó a los pocos años de empezar su reinado una expedición que supondría el primer encuentro en batalla del Emirato de Córdoba y el Reino de Asturias en algún punto de Galicia en el año 758, la conocida como batalla de Pontuvio. La batalla se saldó con una victoria asturiana y el degollamiento del sobrino segundo del emir, el gobernador de Morón Umar.

Es sugerente un estudio de Carlos Baliñas en que compara cómo se consolidó el poder regio en áreas periféricas del Reino de Asturias y la Wessex anglosajona. Los gallegos no aceptaron fácilmente la autoridad asturiana porque contaban con una aristocracia con grandes patrimonios y fuerte autoridad local que no estaba dispuesta a ceder su poder a cambio de nada. Pero al igual que en Inglaterra las amenazas externas de los vikingos favorecieron la unificación de Inglaterra de la mano del Reino de Wessex, en el siglo IX las embestidas musulmanas y escandinavas hicieron que los gallegos aceptaran mejor la soberanía asturiana por la protección militar que les otorgaba la unidad política. La victoria de Fruela sobre las tropas del emir Abd al-Rahman I es un primer ejemplo del rol de protector con el que se legitimaban los soberanos astures. La protección del orden social del momento como lo ejemplifica la represión de la revuelta de siervos en época del rey Aurelio, o el patronazgo de iglesias y monasterios ayudaban a que la monarquía asturiana se ganara poco a poco la lealtad de los magnates laicos y eclesiásticos gallegos.
Supuestamente Fruela tomó medidas contra los clérigos que tenían concubinas y no respetaban el celibato, aunque esto podría ser una invención de las crónicas para reforzar el rol regio de protector de la ortodoxia cristiana porque dentro de su leyenda negra contra el rey godo Witiza le atribuyeron el pecado de haber permitido el matrimonio y el concubinato entre los clérigos. En base a una lápida encontrada en Oviedo algunos historiadores han propuesto que el hermano del rey Fruela Vímara construyó una residencia para marineros y era llamado prínceps, es decir, soberano y eso podría confirmar la pretensión al trono de Vímara antes de que fuera asesinado a manos de su propio hermano. Por estos actos las crónicas presentan al hijo de Alfonso I como alguien más autoritario, rudo y cruel que su padre.
También en época de Fruela I de Asturias, en el año 761, tenemos el primer documento que nos habla de Oviedo y de la fundación del monasterio de San Vicente con varias decenas de clérigos en una colina estratégica que conectaba por su red de caminos León, Lugo de Llanera y Galicia. Este hecho había sido considerado tradicionalmente como la fundación de Oviedo, y aunque ciertamente podríamos considerar que así se sentaron las bases para la ciudad regia asturiana, no es menos cierto que los análisis arqueológicos han podido constatar la existencia previa de época romana de numerosas villas. Tenemos otro documento auténtico datado del 759, el primero del territorio de la Castilla primitiva, y trata de la fundación de un monasterio femenino en la pequeña localidad de San Miguel de Pedroso, situada en el extremo oriental de la provincia de Burgos. Contaba con 28 monjas, muchas de ellas con nombres de tradición pirenaica y vasca, y la fundación fue realizada en presencia del rey Fruela y del obispo de Oca, actual Villafranca Montes de Oca. Este documento nos genera más preguntas que respuestas, porque nos hace preguntar si la autoridad efectiva astur llegó por un breve período de tiempo hasta la frontera musulmana de La Rioja en tiempos de Alfonso y Fruela I de Asturias, o bien si debemos considerar este territorio como parte de la zona de influencia del Reino de Asturias pero sin estar integrada en ella, porque es difícil interpretar sino cómo buena parte del territorio burgalés más al norte que San Miguel de Pedroso no pertenecía aún al Reino de Asturias.
Fruela consiguió someter a los vascones de Álava y Vizcaya tras su revuelta y se casó con la vascona Munia, una mujer que fuese o no de alta cuna fue capturada y hecha sirvienta como parte del botín de guerra y Fruela decidió casarse con ella por motivos quizás más personales que políticos. En la Vasconia cismontana o Gascuña el duque Waifer de Aquitania luchó por su independencia frente al carolingio Pipino el Breve, y el mismo año en que Waifer fue derrotado y muerto en manos de sus hombres el rey Fruela murió asesinado en Cangas de Onís. Sin fuentes que permitan relacionar los hechos, el historiador Alberto González García especula que la campaña del Emirato de Córdoba en Álava dirigida por el liberto Badr en el 767 y la campaña final de los francos contra los aquitanos podrían estar conectadas. Ya vimos en el episodio 26 Abd al-Rahman I, el Halcón de al-Ándalus que el primer emir cordobés tuvo un reinado movidito en que tuvo que luchar sin cesar para consolidar su autoridad en al-Ándalus, así que, ¿cuál era la urgencia de la campaña del 767?
Viendo como no hubo nuevas razias andalusíes hasta finales del siglo VIII cuando el Reino de Asturias de Alfonso II se acercó al Imperio carolingio, es posible que el objetivo cordobés fuera cortar comunicaciones terrestres y marítimas destruyendo también puertos de la costa vasca bajo dominio astur. Esto podría sugerir que el rey Fruela I de Asturias se alió con el duque Waifer de Aquitania, y esto suena más plausible cuando tenemos en consideración que cuando Alfonso II envío una misión diplomática a la corte de Luís de Aquitania, sucesor de Carlomagno, lo hizo en renovación de los pactos de sus ancestros. La pretensión al trono del hermano de Fruela también pudo estar relacionada con el surgimiento de una facción contraria a la apuesta geopolítica de Fruela, y de ser así los destinos quedaron unidos para Fruela y Waifer con un final trágico.
Los reinados oscuros de Aurelio y Silo
El primo de Fruela Aurelio lo sucedió al trono tras el magnicidio en el 768. Desde Aurelio hasta Bermudo I los cronistas e historiadores nacionalistas siguiendo la perspectiva de la Reconquista los han calificado de reyes holgazanes por mantener la paz con los musulmanes y no llevar a cabo nuevas conquistas. La realidad es que tanto el pequeño Reino de Asturias como el Emirato de Córdoba tenían suficientes problemas internos con los que lidiar como para pensar en una ofensiva o en conquistar nada. Hay que decir que las crónicas asturianas son extremadamente escuetas sobre los reinados de Aurelio, Silo, Mauregato y Bermudo, así que podemos hablar verdaderamente de unos reinados oscuros en que sabemos muy poco sobre lo que estaba pasando a nivel político, económico o social en el Reino astur.
Aurelio no gobernó desde Cangas de Onís sino desde San Martín del Rey Aurelio, al igual que luego Silo haría lo propio al reinar desde Pravia, y aquí lo que se refleja es que aún no existía una capital asociada a la monarquía como institución sino que el poder era más de carácter privado, y esto no cambió hasta que Alfonso II edificó Oviedo como una pequeña Toledo para representar el poder asturiano. De lo poco que sabemos del reinado de Aurelio lo más destacado es una revuelta servil, que por su mención en las crónicas debió ser de una envergadura considerable. Se ha debatido mucho sobre si había o no esclavitud en el Reino de Asturias, pero más bien ya como en tiempos del Reino visigodo la esclavitud clásica había sido sustituida por siervos y libertos vinculados a la tierra y al servicio de un señor.
Tras seis años de gobierno Aurelio murió y lo sucedió en el 774 Silo, que accedió al trono por su matrimonio con Adosinda, nieta de Pelayo e hija de Alfonso I, de un modo similar a cómo su suegro accedió al trono. Por eso en unas crónicas se habla de sucesión al considerar que pertenecía a la dinastía reinante por la vía matrimonial mientras que en otras se habla de que fue adoptado por la familia regia, una consideración que en la misma Crónica rotense no aplica a Alfonso I porque en las crónicas asturianas se magnifica su figura. Ha dado lugar a mucha especulación una afirmación de la Crónica albeldense en que se dice que Silo mantuvo la paz con el Emirato de Córdoba a causa de su madre, y esto podría significar que su madre era musulmana o emparentada con Abd al-Rahman I, pero me parece mucho más probable que su madre fuese entregada como rehén a Córdoba para asegurar la paz. El suceso más destacado de su reinado es una nueva revuelta en Galicia que desembocó en la batalla de Montecubeiro en Castroverde, cerca de Lugo, y en ella los rebeldes fueron derrotados.

El rey Silo y su esposa fundaron la iglesia de Santianes de Pravia, una de las iglesias más representativas del prerrománico asturiano que actúo además como capilla real para los soberanos de Asturias. Cerca también construyeron su residencia real de Pravia que a veces volvería a ser un lugar de estancia temporal para otros reyes, como Bermudo II o Alfonso V de León. Como Silo y Adosinda parece que no tuvieron descendencia, escogieron a su sobrino Alfonso para servir de mayordomo de palacio y prepararle como rey. En el 783 murió Silo y el conjunto eclesiástico de Pravia se convirtió en un monasterio y a los dos años la reina viuda Adosinda tomó el hábito quizás para protegerse de las posibles represalias de Mauregato u obligada por este porque Adosinda había intervenido a favor de la elección de su sobrino Alfonso como rey. Adonsinda confirmó su retiro espiritual en presencia de un abad y de Beato de Liébana, y de esta forma también cumplió con las disposiciones de los concilios de Toledo de época goda sobre las reinas viudas y reforzó su imagen como mujer piadosa.
Vientos de tempestad. Mauregato y Bermudo el Diácono
Un hijo de Alfonso I llamado Mauregato consiguió suficientes apoyos dentro de la aristocracia astur, dio un golpe de estado y Alfonso II tuvo que refugiarse en el ala derecha del reino, Álava, la tierra de su madre Munia. Esto es lo único que cuentan las escuetas crónicas asturianas sobre Mauregato, y este hecho también revela la debilidad del control asturiano sobre las regiones más periféricas de la monarquía. De Mauregato se recalca que su madre era de origen servil para deslegitimarlo más, de hecho dado su nombre se ha sugerido que su madre podría haber sido una musulmana bereber, mientras que se intenta tapar el hecho de que la madre de Alfonso II fue una prisionera de guerra hecha luego reina. La crónica de Ibn al-Athir menciona una exitosa razia andalusí encabezada por el gobernador de Toledo tras la llegada al trono de Mauregato, pero no está claro si ocurrió de verdad.
Lo que sí está claro es que sobre Mauregato pesa una verdadera leyenda negra por su acceso ilegítimo al trono, tanto que en el siglo XIII surgió la leyenda del tributo de las cien doncellas, en que supuestamente algunos reyes de Asturias empezando por Mauregato habrían comprado la paz a los emires cordobeses mediante la entrega de cien doncellas vírgenes cada año para engrosar los harenes islámicos o para vender como esclavas. Como digo esto no es más que una invención surgida muchos siglos después de los supuestos hechos, pero esta leyenda de las cien doncellas juega su parte en la ideología de Reconquista como una humillación a los cristianos, un agravio más que justificaba las conquistas cristianas en al-Ándalus. Sí que hay documentados envíos de mujeres para comprar la paz en época de Almanzor, con el caso de una hija del rey de Pamplona y Teresa, hija de Bermudo II de León, que según las fuentes árabes dijo: “un reino ha de confiar su honor a las lanzas de sus caballeros y no a los muslos de una mujer”. Veremos en futuros episodios cómo el sexo es una forma de poder, con la captura y venta de esclavas en al-Ándalus o las conquistas españolas en América.
En el año 789 murió Mauregato y pese a su condición de eclesiástico lo sucedió Bermudo, hijo de Fruela de Cantabria y hermano del difunto rey Aurelio. De nuevo se obviaban los derechos dinásticos de Alfonso II y esto revela su falta de apoyos en esos momentos y que quizás la facción gobernante temía represalias por el asesinato de su padre Fruela. Como curiosidad hay que decir que el rey Felipe VI de España puede trazar su ascendencia regia hasta Bermudo el Diácono, esto para quiénes se creen que la dinastía de los borbones en España es francesa como si hubieran llegado en el 1700 sin ninguna conexión anterior.
Con la muerte del emir Abd al-Rahman y la pacificación de la situación interna por el nuevo emir, Hisham I como musulmán piadoso que era decidió reanudar las campañas de castigo contra el Reino de Asturias porque la amenaza a la autoridad islámica era cada vez más real, y no está de más recordar que en la concepción islámica toda la Península pertenecía por conquista al islam, así que era intolerable la aparición de un poder cristiano dentro de sus fronteras. El emir Hisham envió una doble aceifa contra los dos flancos del Reino de Asturias, Álava y Galicia. Ambos ataques triunfaron y en Burbia, cerca del municipio leonés de Villafranca del Bierzo, el rey Bermudo el Diácono se enfrentó a los musulmanes y sufrió una derrota tan contundente que es más que probable que fuera el detonante de su abdicación y vuelta a su condición de clérigo para ser reemplazado por Alfonso II. Soplaban nuevos vientos, y desde Córdoba y las marcas fronterizas andalusíes no continuarían impasibles ante el crecimiento de un nuevo poder cristiano en el norte.
Beato de Liébana, el intelectual del Reino de Asturias
El Reino de Asturias no tuvo una gran producción literaria y cultural, pero hay un intelectual que sin duda destacó no solo en la península ibérica sino por toda Europa, el monje Beato de Liébana. Beato de Liébana es prácticamente un sinónimo para la cultura del Reino de los astures, pero a pesar de ello poco sabemos sobre los orígenes y la vida de Beato de Liébana, como ocurre con tantos otros personajes de la Alta Edad Media europea. Algunos han especulado que no era nativo de la comarca cántabra del Liébana sino que provenía del sur bajo dominio musulmán, pero no son más que especulaciones y no podemos tener ninguna certeza sobre sus orígenes.
Voy a dejar la importantísima querella adopcionista para el próximo episodio cuando hable del Imperio carolingio porque es un conflicto teológico que tuvo ramificaciones para el Emirato de Córdoba, el Reino de Asturias y el imperio de Carlomagno, pero Beato de Liébana ya empezó a escribir su obra más difundida en el 776 y terminó su tercera versión y la más reproducida en el 786, ya tras haber estallado la disputa adopcionista. Estoy hablando de su Comentario al Apocalipsis, una obra que recorrió toda la Europa cristiana durante la Edad Media y que tiene multitud de versiones con ilustraciones preciosas, los famosos beatos. Historiadores del arte han señalado la profunda influencia de las iluminaciones de los beatos en el arte de miniaturas de la Europa cristiana medieval y en especial del románico con su estilo colorista, abstracto y adimensional. Beato de Liébana supo cautivar al público con un lenguaje llano y polémico y unas innovadoras ilustraciones, y así consiguió el poder y relevancia que deseaba.

El cura y monje del monasterio de Santo Toribio de Liébana había estudiado las interpretaciones de otros autores cristianos del libro del Apocalipsis de San Juan, y él vio en su propio tiempo señales de que el fin de los tiempos y la segunda llegada de Jesucristo estaban al caer. Este afán por averiguar cuándo iba a derrumbarse el mundo y empezar el Juicio Final estuvo muy presente a lo largo de la historia humana, solo hace falta pensar en el temor de que el mundo terminase en el 2012 por una predicción maya. En una carta de Elipando de Toledo enviada a los obispos de la Galia en el 794 explica de forma jocosa cómo en un domingo de Pascua Beato de Liébana proclamó que esa misma noche se iba a producir el Juicio Final y pidió a la gente que se abstuviera de comer como penitencia, pero al ver cómo pasaba el día sin ocurrir nada otro cura exclamó que todo el mundo se pusiera a comer y beber y que si iban a morir mejor hacerlo con la tripa llena.
No podemos saber si esto realmente ocurrió o es una calumnia del primado de Spania, pero no sería extraño porque Beato creía que el Apocalipsis ocurriría durante su vida. Hay que entender que ya siglos antes san Jerónimo o Julián de Toledo habían calculado que el fin del mundo ocurriría en el año 800 o 801, porque se creía que en el sexto milenio de la creación del mundo todo terminaría y se creía que Cristo había nacido entorno al año 5200 desde la creación. Como hombre de fe Beato escribió su Comentario al Apocalipsis para cumplir con su obligación moral y religiosa y alertar y preparar a los cristianos de lo que estaba por venir en un futuro cercano. No sabemos si Beato vivió lo suficiente como para ver que el mundo no terminó al empezar el siglo IX, pero los pensadores cristianos siguieron revisando sus previsiones milenaristas a lo largo de la Edad Media.
En el siglo VIII el islam era una religión aún en desarrollo y muchos clérigos cristianos la veían aún como una herejía más que con el tiempo sería eliminada por la Iglesia, así que Beato no veía el islam como la encarnación del Anticristo. Sin embargo, cuando más fue leído y copiado el Comentario al Apocalipsis de Beato fue entre los siglos X y XIII en el contexto del desarrollo del pensamiento de las cruzadas y del antagonismo entre cristianismo e islam tras hechos como el ataque de Almanzor sobre Santiago de Compostela o la destrucción del Santo Sepulcro en Jerusalén. Los lectores y copistas de su obra en aquella época, y especialmente en la Península, sí creían que Muhammad y el islam representaban al Anticristo, y que solo eliminando esta religión empezarían los mil años de gobierno de Cristo en la tierra que se menciona en el Apocalipsis de San Juan.
A Beato de Liébana también se le atribuye el O Dei Verbum, un himno litúrgico dedicado al apóstol Santiago el Mayor como evangelizador de Hispania y protector del rey, el clero y el pueblo. El primer texto en que se menciona la predicación de Santiago el Mayor en la península ibérica fue el Breviario de los Apóstoles escrito en el siglo VI, y poco a poco esta tradición jacobea fue extendiéndose en Spania hasta que en época de Alfonso II se descubrió la presunta tumba del apóstol en Santiago de Compostela. Dada la gran influencia de Beato de Liébana en la intelectualidad del norte peninsular no es difícil de asumir que su convicción de la labor evangelizadora en Hispania de Santiago y su himno O Dei Verbum en que se presenta al apóstol como protector y patrón de Hispania fueran claves en la aparición del culto jacobeo, una devoción muy importante política e ideológicamente para el Reino de Asturias y su proyección europea.
El Veredicto: Dar voz a los silenciados
En El Veredicto de hoy quiero poner en valor el análisis crítico de las fuentes y la historia transdisciplinar para dar voz a los infrarrepresentados y silenciados en las fuentes escritas, como es el caso de las sociedades del Duero altomedieval. Los historiadores medievalistas a veces tomaban de forma demasiado literal y acrítica lo que decían las crónicas sin pararse a pensar en por qué escribían lo que escribían ni dudar de sus planteamientos. Eso es un problemón porque tú imagínate que los historiadores del año 2500 solo tuvieran en cuenta los escritos de los gobiernos o los panfletos de lo partidos políticos, ¿cómo de distorsionada sería la imagen que se pintaría de la realidad actual?
Es más, Sánchez Albornoz patinó con la tesis del Desierto del Duero no solo porque tomaba la mayor parte de lo dicho en las crónicas como verdad, sino por un error filológico como era no entender que poblar en aquella época significaba organizar e integrar en los cuadros administrativos. La arqueología también se ha encargado sobradamente de demostrar que había poblaciones al norte y sur del Duero, y eso que aún hay muchas excavaciones por realizar y analizar. Por eso es tan importante el enfoque transdisciplinar en la historia, porque otras ramas del conocimiento como la filología, la toponimia, la arqueología o la sociología nos ayudan a entender mejor la historia y llenar los vacíos de las fuentes escritas o incluso contradecirlas. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
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Fuentes
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