Este es el episodio 12 llamado El apogeo del Reino suevo y en este episodio aprenderás:
- La sucesión de Honorio
- Los vándalos abandonan Hispania
- Hispania y el Imperio romano de Occidente en el 430
- Hermerico y Flavio Aecio
- Requila, el rey suevo conquistador
- Requiario, el primer rey bárbaro católico
- La amenaza de los hunos
- La batalla de Órbigo, el fin de la hegemonía sueva
- ¿La desaparición de los suevos?
- El Veredicto: El factor demográfico
- Avance y outro
- Fuentes
La sucesión de Honorio
Una nueva crisis política estalló en el Imperio romano de Occidente, primero debido a la fallida campaña de Castino en Hispania que ya vimos en el episodio anterior y luego por la muerte de Honorio en el 423. En el interregno un hombre llamado Juan fue proclamado emperador en Roma, y su control sobre los territorios nominales del Imperio romano de Occidente era muy limitado y débil. No controlaba la Galia, no controlaba las provincias del norte de África, apenas controlaba una porción de Hispania, y no tenía el reconocimiento del emperador romano de Oriente para darle legitimidad. En cambio, el emperador de Oriente reconoció al hijo de 5 años de Gala Placidia, Valentiniano III, como emperador romano de Occidente.
Antes de que el ejército romano de oriente atacara, Juan envió a un joven y prometedor general a buscar la ayuda de los hunos. El hábil hombre era Flavio Aecio, y trajo un ejército huno con él a Italia, pero demasiado tarde. El ejército romano oriental ya había ganado y ejecutado a Juan, sin embargo, Aecio negoció con el regente Gala Placidia y ambas partes lograron un acuerdo favorable. Los hunos que acompañaron a Aecio recibieron su pago sin hacer nada y dejaron Italia, mientras que Aecio se convirtió en general del ejército romano en la Galia. Allí Aecio luchó con éxito contra los francos, así como contra los visigodos de Teodorico I. Consiguió levantar el asedio visigodo de Arlés, y después de tramar el asesinato del general supremo del ejército romano, ganó mucha influencia durante la regencia de Gala Placidia que sólo aumentó después de que el emperador Valentiniano III cumpliera 18 años.
Mientras tanto, el Imperio era tan débil que no pudo detener la creciente hegemonía naval de los vándalos. Fue durante los años 20 del siglo V cuando los vándalos tuvieron su período de hegemonía en la península ibérica, en ese entonces saquearon ciudades como Cartagena o Sevilla, e incluso hicieron sus primeras incursiones en el norte de África. Gunderico y sus vándalos volvieron a sitiar Sevilla en el 428 y entonces el rey murió en circunstancias inciertas. Su medio hermano Genserico fue elegido rey de los vándalos y alanos, y puede que os suene su nombre porque fue el hombre que convirtió a los vándalos en una gran potencia mediterránea que rivalizaba de tú a tú con el Imperio romano de Occidente.
Los vándalos abandonan Hispania
Como he dicho, durante los años 420 los vándalos bajo Gunderico construyeron una gran flota a base de requisar cualquier barco que encontraran en Hispania, ya con el objetivo de trasladar sus gentes al norte de África y establecer un reino con una poderosa armada. Las razones para abandonar Hispania no están claras. Podrían haberse ido respondiendo a la llamada del gobernador del norte de África Bonifacio, para evitar ataques de otros bárbaros, o para apoderarse de una provincia tan fértil como lo era entonces África.
Genserico ejecutó el plan en el año 429, mientras que los suevos trataron de aprovecharse de la situación y atacaron a los vándalos en su retaguardia, o bien como algún historiador ha sugerido quizás los romanos usaron a los suevos como aliados para combatirlos. En cualquier caso, Genserico los derrotó y pudo trasladar con éxito a sus 80.000 vándalos y alanos al norte de África, el sueño que los visigodos de Alarico y Ataúlfo no pudieron cumplir. Estamos hablando de trasladar 80.000 personas en barcos, ¡o sea es una auténtica locura para los estándares de la Antigüedad tardía!

Este gran logro logístico habría sido imposible sin requisar barcos y probablemente con la colaboración de parte de la población hispanorromana, que estaba interesada en dejarlos ir cuanto más lejos mejor. Ya fuera con su apoyo activo o no, como el gobernador de África Bonifacio estaba enfrentado al gobierno imperial, ese conflicto interno permitió a los vándalos emigrar con poca oposición. Los vándalos conquistaron rápidamente los territorios romanos de Marruecos y Argelia, y gracias a eso pudieron firmar un foedus en que se reconocía a Genserico como rey aliado y su asentamiento en estas provincias. Con los visigodos todavía en la Galia y los vándalos en el norte de África, los únicos bárbaros que quedaban en Hispania eran los suevos, y debido a este vacío de poder pronto hubo un breve período de apogeo del Reino suevo.
Hispania y el Imperio romano de Occidente en el 430
Después de que los vándalos dejaran Hispania para ir al norte de África, los suevos quedaron como los únicos bárbaros en la península ibérica, así que el contexto era perfecto para que los suevos pudieran tener un período de protagonismo. Mientras tanto, con la salida de los vándalos el Imperio romano recuperó el control de Hispania Cartaginense, Lusitania y la Bética, al menos nominalmente. La realidad es que el Imperio tenía cada vez menos control sobre Hispania, y en su lugar la aristocracia y el clero hispanorromano gobernaban los territorios hispanos de forma totalmente autónoma.
En la corte de Rávena, el ambicioso Flavio Aecio conspiró contra el comandante en jefe del ejército romano y mano derecha de Valentiniano III. Hizo que lo ejecutaran a él y a su familia y durante algún tiempo compitió contra Bonifacio por la supremacía política. Tienes que comprender que Aecio se ganó un buen prestigio realizando campañas contra los visigodos, los borgoñones, los alamanes, y las bagaudas, hasta el punto que se le veía como el posible salvador de Roma. Entonces Aecio luchó contra Bonifacio, al que logró matar, y con la ayuda de los hunos pudo convertirse en el hombre más influyente del Imperio romano de Occidente, eclipsando a la aún regente Gala Placidia.
Bien, ahora centrémonos en lo que estaba sucediendo en Hispania. Sobre los suevos, pues lo cierto es que ignoramos muchas cosas. No sabemos si en el momento de cruzar los Pirineos en el 409 los suevos eran una monarquía hereditaria consolidada, o si todavía tenían un sistema electivo para elegir a su rey guerrero. Otra cuestión es si los suevos tenían un solo rey o más al principio. Se menciona por ejemplo a Heremigario liderando a los suevos contra la retaguardia de Genserico mientras los vándalos abandonaban Hispania, y no sabemos si este era un general que servía al rey suevo Hermerico, o si era algún jefe independiente.
Tampoco sabemos si se asentaron principalmente en ciudades fortificadas para más tarde hacer incursiones en el campo, o si muchos de los suevos se convirtieron en campesinos. Sí que parece claro que los principales asentamientos suevos eran Braga, Lugo y Astorga. Tenemos fuentes literarias que dicen que eran los bárbaros que adoptaron más rápidamente un estilo de vida sedentario, pero eso no explicaría sus continuas incursiones. Puede que simplemente les ocurriera como a los vascones durante el período visigodo, es decir, que hicieran incursiones porque no todos los suevos tenían medios para subsistir, o quizás simplemente querían enriquecerse y hacerse con botín.
Hermerico y Flavio Aecio
Lo que sí sabemos es que en el 430 los suevos, liderados por el ya viejo rey Hermerico, asaltaron la región central de Gallaecia, pues aún no había sido sometida. Sin embargo, Hermerico no logró someter esas ciudades gracias a sus fortificaciones y, viendo como algunos de los suevos murieron o fueron capturados, se vio obligado a restablecer la paz. El fracaso de esas incursiones demuestra que los suevos aún no tenían una base de poder sólida, ni siquiera en un área relativamente pequeña. El proceso de asentamiento suevo en la provincia de Gallaecia fue lento y lleno de contratiempos para ellos, porque gran parte de la población local era reacia a su presencia.
Y eso no es raro, ya que los suevos pasaron sus primeros años causando todo tipo de problemas a los locales, como robar o tomar rehenes. Este fue un período muy inestable para Gallaecia, porque con el vacío de poder dejado por los romanos y la llegada de los suevos había mucha intranquilidad y desorden. Los suevos de vez en cuando llegaban a acuerdos de paz con las élites locales, pero esos acuerdos eran constantemente rotos y reestablecidos.
Lo que hay que destacar aquí es que las negociaciones fueron exclusivamente locales y solía ser mediante la mediación de la Iglesia, no hay una sola mención de acuerdos con las autoridades imperiales. Esto no debería sorprender a nadie, ya que el Imperio había abandonado las provincias pobres y periféricas para concentrar sus escasos recursos en las provincias más importantes, pero este abandono de la provincia de Gallaecia ejemplifica el gradual proceso de desintegración del Imperio romano de Occidente. Para denunciar esas incursiones y deshacerse de los suevos, el obispo Hidacio encabezó una delegación en el 430 para reunirse con Flavio Aecio en la Galia y pedir ayuda militar.
Hidacio regresó a Gallaecia no con un ejército, sino con un representante de Aecio llamado Censorio para negociar la paz con los suevos, y en este viaje hay un detalle que me parece muy curioso. El obispo encontró un visigodo que iba a Hispania con «motivos ocultos», y aquí entramos en el terreno de la especulación. Este visigodo podría haber sido un renegado cualquiera que tenía sus propios objetivos, pero también podría haber sido un explorador al servicio del rey visigodo Teodorico I para obtener información sobre Hispania, para saber más sobre una posible área de expansión futura.
En cualquier caso, volviendo a las negociaciones de paz con los suevos, la unión de intereses locales y representantes imperiales probablemente asustó un poco al rey Hermerico, por lo que liberó a los cautivos y ambas partes llegaron a un acuerdo de paz. Los suevos querían el reconocimiento legal de su estatus de federados en Gallaecia, pero como no lo consiguieron estaban cantado que la paz no iba a durar. Entre tanto, en la década de los años 30 del siglo V, Flavio Aecio se centró en luchar contra varios grupos, comenzando por las bagaudas que se estaban volviendo cada vez más problemáticas en la Galia.
El general Aecio también luchó contra los borgoñones y los visigodos, ya que estos bárbaros federados estaban conquistando territorios romanos para quedárselos. El Imperio ignoró por completo Hispania porque tenía regiones más importantes de las que preocuparse, y Aecio solo pudo mandar algunas tropas auxiliares de la parte oriental del Imperio hacia África. Como tantas provincias del Imperio o estaban devastadas o estaban bajo control bárbaro o de romanos autónomos, cada vez era más y más difícil reclutar soldados del Imperio, y esto obligaba a Aecio a depender más y más de bárbaros mercenarios. Y como no había suficientes efectivos para defender la plaza, los vándalos conquistaron Cartago en el 439 y desde allí conquistaron con su poderosa armada las islas de Baleares, Cerdeña y Córcega.
Ante tal reverso, Aecio se vio obligado a firmar un foedus con los visigodos en el que se les reconocía como pueblo soberano o semisoberano gobernados por un rey, aunque de poco sirvió la paz con los visigodos para combatir en otros frentes. De hecho, algunos consideran que la toma vándala de Cartago supuso la puñalada mortal del Imperio romano de Occidente, porque sin el grano y los impuestos africanos era imposible mantener la administración y el ejército como hasta ahora. De hecho, los terratenientes africanos se arruinaron porque los vándalos confiscaron sus tierras y bienes y el emperador romano perdió muchas de sus explotaciones personales.
Fue a partir de la toma de Cartago que el emperador Valentiniano III tuvo que eliminar muchos privilegios fiscales, incluyendo los de la Iglesia, y recortar el número de soldados en 18.000 soldados de infantería y 10.000 de caballería según las estimaciones. Como se redujo la capacidad del Imperio romano de recuperar sus antiguas posesiones y de defender su integridad territorial, cada vez más las élites provinciales optaron por colaborar con los reyes bárbaros para garantizar su seguridad y el orden. Además, el Mediterráneo dejó de ser el Mare Nostrum y pasó a ser un mar inseguro plagado de piratas, y así el comercio marítimo y las comunicaciones entre las provincias romanas quedaron muy tocadas.
La situación era tan grave que en el 442 Valentiniano III se vio obligado a firmar un tratado de paz con Genserico que reconocía la independencia del Reino vándalo. El Imperio recibió de vuelta la Mauritania Tingitana, aunque en realidad ya no tenían control sobre las costas de Marruecos y los líderes bereberes también aprovecharon la situación para ampliar sus dominios. Así que la década de los años 30 del siglo V fueron más importantes de lo que suele parecer porque el Imperio romano reconoció por primera vez a los bárbaros como iguales y reconoció la pérdida de muchos territorios.
Requila, el rey suevo conquistador
De vuelta a los suevos, Hermerico, que estaba ya enfermo y anciano, abdicó en el año 438 a favor de su hijo Requila. Aparentemente, los suevos no tenían una monarquía electiva sino una hereditaria, o al menos en ese momento el poder de la dinastía gobernante se consolidó lo suficiente como para saltarse cualquier elección. Mientras que Hermerico era una especie de rey prudente y diplomático, su hijo Requila era mucho más beligerante y ambicioso.

En su primer año de reinado Requila rompió la paz con los romanos y comenzó una ambiciosa campaña para saquear y conquistar las provincias de Lusitania y Bética. El movimiento era audaz, pero Lusitania estaba abandonada por el gobierno imperial y la Bética era famosa por su riqueza, así que si Requila lograba conquistar esas provincias los suevos estarían en una posición mucho más fuerte. Era el momento perfecto, ya que los vándalos habían dejado la península ibérica y el gobierno imperial luchaba en otros frentes.
Antes de comenzar sus campañas, Requila aseguró la retaguardia haciendo las paces con los pueblos del norte de Galicia. Después de eso marchó hacia el sur y en la Bética Requila derrotó a un ejército liderado por un hombre llamado Andevoto. No está claro si Andevoto dirigía un ejército privado contratado por la aristocracia local o si dirigía una expedición imperial de Valentiniano III. En cualquier caso, este ejército servía a los intereses hispanorromanos, pero fracasó y los suevos capturaron un gran tesoro de oro y plata. No conocemos muchos detalles de esta campaña, pero en el 440 los suevos conquistaron la capital de la diócesis de las Hispanias y de Lusitania, Mérida, y luego en el 441 Sevilla, la ciudad más importante de la Bética.
Sin embargo, estas campañas y todo el mapa de supuestas conquistas suevas son engañosas, porque las “conquistas” no se consiguieron por la fuerza o por asedios sino por medio de diplomacia, traiciones y el apoyo de facciones dirigentes de las ciudades. Esto también hacía que la autoridad sueva sobre éstos fuera muy débil y que pudiera derrumbarse en cualquier momento, como de hecho ocurrió pasando. El Imperio estaba impotente en esta situación con tantos frentes abiertos, y los romanos primero intentaron una solución diplomática enviando al embajador Censorio de nuevo a Hispania. Sin embargo, Requila fue muy agresivo con los romanos y tomó al diplomático como rehén durante muchos años.

conquistas, eran ocupaciones y saqueos temporales, por eso mapas como este son engañosos
Con esas conquistas, los suevos lograron rápidamente tomar parte de la Cartaginense también, aunque su control sobre todas estas provincias era muy débil y la mayoría de poblaciones hispanorromanas actuaban con total autonomía. Recuerda que estamos hablando de un ejército de 5.000 suevos, a los que es posible que se le hubieran sumado algunos miles de bárbaros o incluso de romanos más, pero en cualquier caso con unas fuerzas tan reducidas su control sobre el territorio no era ni fuerte ni permanente.
Por tanto, con estos números, ¿qué tipo de control tuvieron los alanos, vándalos y suevos sobre Hispania en la primera mitad del siglo V? Pues no crearon reinos ni hubo una administración como tal, ni tampoco pudieron ocupar todas esas grandes extensiones de terreno que supuestamente controlaban por limitaciones demográficas. Por tanto, su control se basaba en el colaboracionismo con los hispanorromanos tras haber sido abandonados estos por la administración central, y si algunos se negaban a colaborar los bárbaros podían amenazar con usar la fuerza.
Entretanto, entre el 441 y 446 Valentiniano III envió tres expediciones para combatir a los bandidos de las bagaudas en la Hispania Tarraconense y para combatir a los suevos en el sur, y aunque las dos primeras tuvieron algo de éxito, la última fue un completo desastre. Hay algo significativo que destacar de esas expediciones, y es que la población local hispanorromana se estaba cansando de los altos impuestos que los romanos y sus federados visigodos les imponían. Digo que es significativo porque los locales se sentían cada vez más desconectados del Imperio romano, un imperio que se estaba desmoronando y que era cada vez más difícil de mantener. Ese fenómeno estaba ocurriendo en todo el Imperio romano de Occidente, y surgió claramente en Hispania a mediados del siglo V.
En la década del 440 el Imperio romano todavía se centraba en la supresión de las bagaudas en la Galia e Hispania, ya que los rebeldes aristócratas y de bajo estatus social suponían un desafío más grande a la autoridad imperial que los propios bárbaros. Las fuentes de la época indican que este problema social había alcanzado grandes proporciones, como resultado de la inestabilidad económica y política, las cargas fiscales, los abusos de las élites tanto seculares como religiosas, y la condición de siervos de muchos campesinos. En esos años de enemistad entre los visigodos de Teodorico I y el Imperio romano, Teodorico y el rey vándalo Genserico hicieron una alianza sellada con un matrimonio entre un hijo de Genserico y una hija de Teodorico.
El problema vino cuando ese hijo se volvió ambicioso y decidió que debía casarse con una hija del emperador Valentiniano III. Así que acusó a la hija de Teodorico de intentar asesinarlo y, ni corto ni perezoso, le cortó las orejas y la nariz. Sí, sí, muy heavy. Su padre, por supuesto, se sintió profundamente ofendido y los vándalos se convirtieron desde entonces en el enemigo mortal de los visigodos. Teodorico tampoco era amigo de los suevos, pero cuando vio que la relación entre el Reino vándalo y el Imperio romano mejoraba, el rey de los visigodos pensó que no era mala idea formar una alianza con los suevos.
Requiario, el primer rey bárbaro católico
Lo siguiente que sabemos gracias a la crónica de Hidacio es que Requila murió en Mérida en el 448, ciudad que había convertido en capital del Reino suevo para mejorar su prestigio y dejar claro que quería dominar toda Hispania. Fue sucedido por su hijo Requiario, algo que causó cierta oposición dentro de la nobleza sueva. Tal vez tuvo algo que ver con el hecho de que era el primer rey germánico católico de Europa, 50 años antes de la mucho más famosa conversión del rey de los francos Clodoveo.
Es posible que su conversión antes de llegar al trono fuera un movimiento político para ganar la simpatía de la población hispanorromana y del poderoso clero, pero en cualquier caso su conversión no se tradujo en una conversión masiva de los suevos al catolicismo, eso fue algo que aún tardaría varias décadas en ocurrir. El rey Requiario continuó la agresiva expansión de su padre, haciendo primero incursiones en la Hispania Bética y luego dirigiéndose al norte al año siguiente para adentrarse en Vasconia, territorio que tenía como nueva élite a militares vascones que habían servido a Roma controlando el paso entre Astorga y Burdeos.
Requiario no sólo viajó al norte de España con fines militares, sino que tenía una misión mucho más importante: después de cruzar los Pirineos, fue a Tolosa y se casó con una hija del rey de los visigodos. Así es, Teodorico y Requiario sellaron con éxito una alianza. El católico Requiario se casó con una princesa arriana, pero no importó ya que, como he dicho, la conversión de Requiario fue sólo personal. Pero aunque una alianza política solidificada con un matrimonio puede parecer fuerte, la historia demuestra continuamente que no es así, y ese mismo trágico destino ocurriría con la alianza entre los visigodos y los suevos, para desgracia de los suevos.
Mientras el rey Requiario estaba en la Galia con los visigodos, Censorio, el embajador romano que fue tomado como rehén en el 440, fue ejecutado por un noble llamado Agiulfo cuyos orígenes son bastante oscuros, un hombre que no tardaría en volver a aparecer en la historia hispana. Algo que explicaría la ejecución de Censorio después de tantos años de cautiverio podría ser precisamente la alianza con los visigodos, ya que los visigodos no estaban en buenos términos con los romanos en esos años. Como puedes ver, las alianzas se hacían, rompían y rehacían continuamente en el caótico siglo V, pero no los juzgues, porque era una simple cuestión de supervivencia.
Requiario, en su camino de regreso a Hispania después de una feliz boda, se encontró con Basilio, el líder de los más poderosos bagaudas del valle del Ebro y responsable de la muerte de un obispo. Juntos, Requiario y Basilio saquearon las regiones de Lérida y Zaragoza, obtuvieron un gran botín y capturaron muchos esclavos, vamos, lo que yo llamaría una buena luna de miel para Requiario y su esposa. No sabemos si el rey Requiario quería conquistar la Hispania Tarraconense y expulsar a las autoridades imperiales romanas de Hispania, pero si quería eso fracasó en su objetivo.
La amenaza de los hunos
Todo esto dejó de importar, porque una agitación, o más bien un auténtico terremoto geopolítico, lo cambió todo. La amenaza de los hunos se hacía más real que nunca, ya que tras unificar a miles de bárbaros bajo su mando Atila el Huno estaba decidido a invadir la Galia. Si los hunos lograban eso, afectaría tanto a los bárbaros que vivían en la Galia como al Imperio romano de Occidente. Los viejos enemigos Aecio y Teodorico sabían que, si querían que sus naciones sobrevivieran, debían dejar de lado sus diferencias y formar una coalición contra los hunos.

Por alguna razón los suevos no participaron en la coalición, quizás porque los suevos tenían su base de poder en Hispania y no en la Galia, pero en cualquier caso eso supuso el fin de la breve alianza visigoda y sueva. Los romanos, visigodos, borgoñones, sajones y muchos otros lucharon juntos contra los hunos y sus vasallos en la decisiva batalla de los Campos Cataláunicos. La coalición romana logró la victoria, aunque el bando vencedor tuvo importantes bajas como el rey de los visigodos Teodorico I. Le sucedió su hijo Turismundo, reconocido por Aecio como amigo de Roma, y la dinastía baltinga y los godos en general vieron como aumentaba su prestigio y cohesión interna y el aprecio de la población romana. Sin embargo, Turismundo no duró mucho tiempo al trono, ya que su hermano Teodorico II le tenía envidia y decidió conspirar para asesinarle.
Con la retirada de los hunos de la Galia el Imperio romano de Occidente pudo respirar un poquito de nuevo, así que Valentiniano III centró de nuevo su atención en Hispania. El emperador romano envió una delegación, no sabemos si diplomática o también militar, para negociar la paz con los suevos. Sabemos que los suevos devolvieron a los romanos la Hispania Cartaginense y la Bética hasta el estrecho de Gibraltar, mientras que Requiario todavía mantenía bajo su control las importantes ciudades de Mérida y Sevilla. Más importante aún, Valentiniano reconoció la independencia del Reino suevo con su control sobre Gallaecia, Lusitania y Bética Occidental. Eso fue motivo de celebración y el rey Requiario emitió sus propias monedas de plata con su nombre escrito, un hecho muy notable, porque hasta ese momento ningún otro rey bárbaro había hecho eso para gritar a los cuatro vientos que su reino era independiente del Imperio romano.
Por otra parte, los hunos intentaron entonces atacar Italia, pero después de sufrir de una epidemia y hambruna se vieron obligados a retirarse de allí también. Atila murió en el 453 y la confederación de los hunos se desintegró, y por ello el emperador Valentiniano III se sintió lo suficientemente confiado como para asesinar al general que lo había hecho su títere durante dos décadas, Flavio Aecio. Pero el karma le devolvió el golpe a Valentiniano y fue asesinado por los seguidores de Aecio al año siguiente. Su muerte y la de Aecio fueron el final de una era, porque a partir de entonces, una serie de breves reinados sucedieron a la casa de Teodosio, y sólo en raras ocasiones las autoridades imperiales trataron de restaurar el viejo orden fuera de Italia.
La batalla de Órbigo, el fin de la hegemonía sueva
Petronio Máximo, sucesor de Valentiniano III, no tuvo mucho tiempo para liarla, pero era tan incompetente que lo logró. Canceló el matrimonio entre una hija de Valentiniano y un hijo de Genserico, y eso lógicamente enfureció a los vándalos, que usaron todo su poder naval para atacar y saquear la Roma en el 455, de una forma más brutal que la de Alarico en el 410. Entonces el galo-romano Avito tomó el poder con el apoyo de los visigodos, y Requiario se aprovechó de la debilidad del Imperio para romper los acuerdos que había hecho con Valentiniano III.

Los suevos invadieron la Hispania Cartaginense, y tanto el Imperio romano como el Reino visigodo enviaron un ultimátum a los suevos para que se retiraran de la Cartaginense y respetaran el tratado que habían firmado. Pero el rey Requiario había venido a jugar, era un hombre que quería arriesgarlo todo para cumplir sus ambiciones, y así lo hizo. Los suevos doblaron su apuesta atacando también a la Hispania Tarraconense, pero esta vez la respuesta de Ravena y Tolosa fue abrumadora.
El emperador Avito ordenó a Teodorico II que entrara en Hispania y derrotara a los suevos y de paso a los bagaudas también. Los visigodos entraron en Hispania nominalmente con autorización romana, pero en realidad actuaron por su cuenta. El propio Teodorico II comandó un ejército de visigodos, francos y borgoñones en el 456 para aplastar a los suevos. Los suevos con sus pocos efectivos no podían hacer nada contra una fuerza tan abrumadora. Así que el 5 de octubre de 456 los visigodos derrotaron decisivamente a los suevos gobernados por el rey Requiario en la batalla de Órbigo, cerca de Astorga.
Muchos suevos perecieron en la batalla, otros fueron capturados y otros huyeron. El rey Requiario fue herido pero pudo escapar a Lusitania, aunque fue capturado allí y ejecutado en diciembre. La capital de los suevos, Braga, fue saqueada y sus iglesias quemadas. Por supuesto, eso no solo afectó a los suevos, sino que también a la población hispanorromana. En su crónica, Hidacio se siente frustrado y furioso por las acciones violentas y salvajes de los visigodos, que actuaron en nombre del poder civilizado que representaba Roma para los hispanorromanos. Pero de momento, Hidacio se regocijó porque creía que había desaparecido el Reino de los suevos
¿La desaparición de los suevos?
Los visigodos se trasladaron de Gallaecia a Lusitania y Bética, tomando Mérida, que no fue saqueada gracias a una negociación con el obispo, uno de tantos ejemplos de pactos entre la Iglesia y los bárbaros en el siglo V, tal y como explico en el episodio extra 5 del que hablaré después. Teodorico II estableció guarniciones y asentamientos visigodos permanentes, expandiendo así la influencia del Reino visigodo en Hispania, aunque no sería hasta el reinado de Eurico y sobre todo tras la batalla de Vouillé que los visigodos se asentaron en masa en Hispania. Sólo la expedición de Mayoriano unos años más tarde restauró brevemente el control imperial sobre una parte de Hispania.
Esa campaña supuso la desintegración del Reino suevo que había dominado Hispania en la década anterior. El rápido ascenso y descenso de los suevos muestra lo débil que era su poder, y al final, el factor numérico fue la variable decisiva. Teóricamente, Gallaecia volvió a estar sometida al dominio romano, pero la victoria de Teodorico II creó un estado de anarquía, incertidumbre y guerra civil en la provincia que no terminó hasta 10 años después. El Reino suevo desapareció por un tiempo, pero para desgracia de Hidacio y muchos galaicorromanos aparecieron bandas de suevos y éstos causaron un clima de violencia que no se había visto en la región en más de una década.
La pregunta ahora es, ¿dónde estaban los suevos ahora que el poder central se había desintegrado? Por un lado, tenemos los suevos desperdigados en la Hispania Bética, un territorio que no fue completamente reconquistado por los visigodos bajo el servicio romano hasta el 459. Los esfuerzos imperiales, o más precisamente visigodos, se centraron en esa región debido a su importante valor estratégico y al temor de que los vándalos pudieran reconquistarla. Por otro lado, Gallaecia, el pilar de su poder, estaba en un vacío de poder que necesitaba ser llenado. En este contexto reapareció Agiulfo, el verdugo de Censorio. Teodorico II había nombrado a Agiulfo para que sirviera como vasallo para gobernar a los suevos de Mérida, ya que los visigodos intentaban integrar a los supervivientes suevos en su reino, un poco como los vándalos habían integrado a los alanos.
Sin embargo, Agiulfo tenía sus propios planes, quería convertirse en rey de los suevos y por ello se rebeló contra los visigodos. Agiulfo aprovechó la oportunidad porque los visigodos de Teodorico II habían abandonado Hispania por la muerte de su amigo y títere el emperador Avito, aunque luego los visigodos mandaron un pequeño ejército que acabó sin problemas con Agiulfo. En Ravena, el general germano Ricimero y el romano Mayoriano habían liderado la conspiración para deponer a Avito y matarlo poco después. Sin embargo, en pocos meses hubo un interregno y por eso el rey visigodo quiso tener voz y voto para decidir quién debería ser el próximo emperador. Después de todo, alguien como Avito había sido muy beneficioso para los intereses de los visigodos, y si podía entronizar a un amigo como él sería perfecto para sus intereses. Desafortunadamente para los visigodos, eso no ocurrió, como veremos en el próximo episodio.
El Veredicto: El factor demográfico
En El Veredicto de hoy quiero destacar lo importante que es el factor demográfico, ya que los suevos son un ejemplo perfecto de ello. Basándose en su población, los suevos nunca tuvieron la capacidad de controlar firmemente toda Hispania. Sí, podían establecer algunas guarniciones en ciudades estratégicas para hacer incursiones desde allí, pero no podían tener un control consolidado con un territorio tan grande como la península ibérica.
Si los suevos pudieron tener su breve edad de oro es sólo porque no había otros grupos bárbaros alrededor para oponerse a ellos, así que cuando los visigodos aparecieron el resultado del encuentro era obvio de antemano. Los 5.000 guerreros suevos no tenían ninguna oportunidad contra los visigodos, que tenían el mayor ejército en suelo romano occidental. Incluso los visigodos pasaron décadas tratando de poner a toda Hispania bajo su control directo, así que sí, muchas veces una variable aburrida como la población es decisiva para decantar la balanza. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
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Fuentes
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Soto Chica, José. Los visigodos. Hijos de un dios furioso. Desperta Ferro Ediciones, 2020.
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