Este es el episodio 7 llamado Conquista romana de Hispania y en este episodio aprenderás:
- Intereses romanos en Hispania
- La revuelta íbera
- Primera guerra celtíbera
- Segunda guerra celtíbera
- Guerras lusitanas
- Guerra numantina
- Tensiones sociales en la República romana
- Guerra de Sertorio
- Guerras civiles: de la República al Imperio romano
- Fin de la conquista de Hispania: guerras cántabras
- El Veredicto: La importancia de la devotio
- Avance y outro
- Fuentes
Intereses romanos en Hispania
Dejamos la narrativa con los romanos ganando la segunda guerra púnica y Roma convirtiéndose en el estado más poderoso del Mediterráneo. Pero la conquista romana de la península ibérica fue un proceso que duró dos siglos, desde el 218 a.C. con el desembarco romano en Ampurias hasta el 19 a.C. con el fin de las guerras cántabras, siendo de largo la región que les llevó más tiempo conquistar. La pregunta es, ¿por qué fue ese el caso? Bueno, en primer lugar, Roma ni siquiera controlaba toda la península italiana cuando comenzó la segunda guerra púnica, en el sur había colonias griegas y ciudades itálicas que traicionaron a Roma cuando la ciudad mostró debilidad durante la guerra, y en el norte los galos amenazaban las fronteras romanas.

Luego, debe considerar el tamaño de la península ibérica, porque mirando el mapa quizás no lo parece, ¡pero la península ibérica duplica el tamaño de la península italiana! Por último, y este motivo es quizás el más importante, la península ibérica estaba extremadamente dividida políticamente, y esto hace más difícil y menos rentable cualquier conquista. Lo mismo pasó con las conquistas españolas de América, en poco tiempo se conquistó los imperios aztecas e incas porque eran estados centralizados, pero las conquistas en otras regiones sin unidad política como Chile o el norte de México fueron mucho más complicadas.
Ya he respondido a la pregunta de por qué, pero eso plantea otra pregunta. ¿Qué intereses tenía Roma en la península ibérica? La verdad es que la República romana no mostró ningún interés especial de conquista antes de la segunda guerra púnica. Es cierto que hicieron alianzas con las ciudades-estado griegas ibéricas, pero los romanos ni siquiera buscaron activamente esas alianzas, las colonias griegas fueron las que pidieron ayuda romana porque tenían miedo de Cartago. Por lo tanto, Roma solo se interesó en Hispania porque Cartago la usó como su centro de operaciones para atacar a Roma.
Con Hispania en manos romanas, Roma privó a Cartago de una base fundamental para reclutar tropas y extraer recursos naturales, y al igual que los cartagineses, durante las primeras décadas de presencia romana los ingresos fiscales provenían principalmente de botines de guerra y confiscaciones. Los cartagineses dejaron de ser una amenaza ahora que los romanos tenían parte de Hispania, pero los romanos se dieron cuenta de que la península ibérica podía ser explotada no solo por razones geoestratégicas, sino también económicas. Y por supuesto, no hay que pensar solo en el beneficio de la conquista para Roma como estado, sino en los intereses privados de políticos y generales, ya fuera para ganar poder político o para enriquecerse con botines de guerra o esclavos.
Como Roma no planeó la anexión de las posesiones cartaginesas de España, hubo irregularidades legales e improvisaciones al principio. Incluso el gobierno de Escipión el Africano en Hispania era irregular, pero ¿quién se atrevería a manifestarse en contra del héroe de Roma? Lo que Hispania necesitaba era un liderazgo fuerte, y eso quedó muy claro cuando comenzó una revuelta en Cataluña durante la segunda guerra púnica, la revuelta liderada por los caudillos Indíbil y Mandonio. Escipión el Africano acertadamente vio que se necesitaba una presencia militar continua, y estableció guarniciones permanentes en Tarragona, Cartagena y Cádiz.
La revuelta íbera
Para administrar mejor el territorio recién conquistado, Escipión dividió Hispania en dos provincias, Hispania Citerior, o España cercana, con la capital en Tarragona, e Hispania Ulterior, o España lejana, con su capital en Córdoba. La administración romana era casi inexistente en las primeras décadas, ya que estaban principalmente interesados en los recursos naturales y la explotación económica a través de la fuerza. Inicialmente Roma dependió en gran medida de los pactos con los nativos y la presencia militar continua para mantener a Hispania en sus manos, pero este tipo de control pronto mostró sus debilidades.
Debido a una nueva guerra en Grecia, la República romana decidió reducir el número de legiones romanas estacionadas en Hispania de 4 a 2. Grecia era un territorio mucho más suculento en ese momento, pero la reducción de la presencia militar romana en Hispania resultó ser fatal. Los primeros pretores o gobernadores en Hispania eran relevados cada dos años y carecían de experiencia e interés para entender a la población local. Eso condujo a abusos de poder, y pronto los íberos dijeron basta al expolio. En el 197 a. C., los pueblos de las dos provincias hispanas se rebelaron simultáneamente contra la nueva potencia conquistadora. El levantamiento fue general y masivo, y con alrededor de 10.000 soldados romanos para enfrentarlo, el pretor de Hispania Citerior fue asesinado y su ejército aplastado.
Las cosas no pintaban bien para los romanos, pero al año siguiente ganaron la guerra contra Macedonia y el Senado ahora pudo concentrar su atención en lo que estaba sucediendo en Occidente. El experimentado Catón el Viejo fue el enviado a Hispania en el 195 a. C. para resolver la situación. Para aquellos que no lo conozcan, Catón el Viejo era un romano tradicionalista que se oponía a las ideas griegas, él representaba a la nueva clase terrateniente que explotaba sin piedad sus latifundios con esclavos, algo que causaría una crisis social durante el último siglo de la República romana.
También es importante que a nivel militar seguía la máxima de que una guerra debe autofinanciarse, y esta regla no escrita la siguieron muchos otros generales romanos, por eso les vemos saqueando y destruyendo poblaciones sin piedad si hacía falta. La situación era crítica, por lo que el Senado reunió un gran ejército para sofocar la revuelta. Catón entró en la península ibérica a través de Emporion, y allí logró una gran victoria sobre la coalición de pueblos íberos, y por eso algunos íberos del Ebro se rindieron, dieron rehenes y liberaron a los prisioneros de guerra romanos.
Luego, los pretores de Hispania Ulterior pidieron la ayuda urgente de Catón el Viejo, y él utilizó la diplomacia para convencer a los mercenarios celtíberos para que no ayudaran a los turdetanos de Ulterior en su revuelta. Los romanos lograron pacificar los pueblos íberos, pero Catón todavía tuvo tiempo para enviar a su ejército por el inexplorado territorio celtíbero para mostrar el poder de Roma y empezar a recabar información sobre la zona. Una nueva revuelta comenzó en lo que hoy es Cataluña, pero rápidamente la sofocó antes de partir hacia Roma. Allí, Catón el Viejo fue recibido con una marcha triunfal, ya que él solo terminó con la revuelta íbera y trajo consigo la mayor cantidad de oro y plata jamás vista hasta ese momento en Roma. Catón es glorificado en la historiografía romana, y no es extraño, ya que el camino que abrió fue el utilizado en el futuro por el imperialismo romano: Roma usaría su poder militar para conquistar nuevos territorios y reprimir de manera sistemática y brutal cualquier resistencia.
Primera guerra celtíbera
Quizás recuerdes del episodio 5 ‘Pueblos prerromanos de la península ibérica’ que los nativos del interior y del norte de España eran pobres y tenían sociedades muy desiguales, algo que alentó el bandolerismo. Ese es un problema que los romanos enfrentaron poco después de su conquista inicial, con constantes ataques sobre los valles del Guadalquivir y el Ebro. Entre el 194 y 179 a. C., las legiones romanas pacificaron los territorios conquistados e hicieron incursiones en la Meseta y la tierra natal de los celtíberos. En este contexto, Roma capturó Toledo y avanzó hacia el norte a lo largo del valle del Ebro, haciendo contacto directo por primera vez con los vascones. Con el tiempo, los belicosos celtíberos reclutaron un ejército confederado de 35.000 hombres para oponerse al expansionismo romano, y el enfrentamiento desató la breve primera guerra celtíbera.

Aunque esta vez los celtíberos reunieron un ejército de un tamaño considerable, no fue suficiente para detener a Roma y fueron derrotados una y otra vez. Tiberio Sempronio Graco padre terminó la guerra firmando una serie de tratados y llevando a cabo una política más conciliatoria que la de Catón el Viejo. Graco reguló por primera vez la recaudación de impuestos para evitar abusos y estableció que los aliados celtíberos debían proporcionar tropas auxiliares y que no podían establecer nuevas ciudades fortificadas. Lo cierto es que Roma todavía estaba organizada como una ciudad-estado, y la mayoría de las acciones expansionistas fueron provocadas por la iniciativa y la ambición política y económica de generales romanos. Los generales administraron el territorio de una manera autoritaria, y esto les permitió abusar de la población local y dio lugar a revueltas.
Este continuo estado de agitación en la península ibérica preocupaba al Senado, pero en este mismo Senado los pretores tenían amigos y familiares que los protegían. Y no solo los pretores abusaron de los lugareños, los patricios y los équites también abusaron de ellos. Por si hay algún despistado, los patricios eran una clase social que basaba su poder en la propiedad de tierras, mientras los équites, o caballeros, basaron su poder en el comercio y la recaudación de impuestos. Afortunadamente para los romanos, los nativos estaban muy divididos políticamente y exhaustos después de años de guerra constante, por lo que la mayoría de las revueltas contra el poder y los abusos romanos no eran una amenaza para sus intereses.
Después de años de guerras, llegó el momento de dejar de expandirse y centrarse en explotar las dos provincias de Hispania. Las cosas estuvieron tranquilas durante los siguientes 30 años, y en este tiempo de relativa paz muchos nativos comenzaron a adoptar el estilo de vida agrario e urbanizado de los romanos. La romanización de la península ibérica estaba en marcha, y la presencia de soldados itálicos y la llegada de colonos de Italia solo aceleraron el proceso.
La política romana en Hispania en esas décadas pacíficas se centró en estabilizar las fronteras y repeler los ataques de los pueblos de la periferia para explotar económicamente las provincias. Muchas veces los romanos justificaban sus conquistas diciendo que les habían atacado o que estaban amenazados por gentes vecinas sin conquistar. Pero es paradójico, porque aunque el argumento es defensivo, siempre compartirás frontera con alguien, y con esta justificación la militarista y oligárquica República romana podía seguir expandiéndose indefinidamente.
Segunda guerra celtíbera
Sin embargo, la paz no duró mucho. En el 154 a. C. estalló la segunda guerra celtíbera, porque la ciudad de Segeda, en la actual provincia de Zaragoza, creció demográficamente y decidió expandir sus muros preexistentes. Roma consideró que Segeda estaba rompiendo el tratado acordado con Graco padre, que recordemos estipulaba que no se podían construir muros en una población sin fortificar, pero no decía nada sobre ampliar murallas. ¿Entonces por qué el Senado romano se opuso a esta expansión de Segeda? La cuestión es que, al mismo tiempo, los lusitanos y los vetones forjaron una alianza para arrasar Andalucía occidental, por lo que los romanos temían una nueva rebelión generalizada en Hispania. Antes de que eso pudiera suceder, Roma tomó la iniciativa y peleó en una guerra de dos frentes. Los resultados fueron realmente malos al principio, pues la coalición lusitana derrotó a los romanos en Hispania Ulterior y los celtíberos repelieron a los romanos en el primer asedio de Numancia.
El pretor de Hispania Citerior decidió poner fin a la guerra, prometiendo volver a las condiciones del tratado anterior. Los celtíberos estuvieron de acuerdo, pero el Senado romano se negó a aceptar la paz, ya que la ególatra oligarquía romana quería la sumisión total de los nativos. No obstante, los pretores y soldados no estaban muy entusiasmados de ser enviados a Hispania, ya que la tierra era famosa por estar llena de peligros. Un nuevo cónsul fue enviado a Hispania para continuar la guerra y decidió atacar a las gentes celtas situada al lado de los celtíberos, a pesar de que nunca habían causado problemas a Roma, por eso la historiografía romana califica su guerra como ilegal e impulsada por la codicia de fama y fortuna. Y aunque no obtuvo nada de eso, nunca fue llamado para rendir cuentas de su guerra ilegal.
Guerras lusitanas
La segunda guerra celtíbera terminó entonces, pero ¿qué pasó con los lusitanos y los vetones? Para los romanos, la Lusitania era una región tan salvaje como la Celtiberia, y era incluso un foco mayor de problemas por culpa de las continuas campañas de pillaje de los lusitanos. Las guerras lusitanas se volvieron muy cruentas, ya que el pretor Servio Sulpicio Galba, después de ser derrotado, prometió a los lusitanos paz y tierras para ganarse la vida. Con esa propuesta, los lusitanos acordaron encontrarse con Galba, pero ese hijo de perra les ordenó que bajaran sus armas, rodeó a los lusitanos y los masacró. En este ataque tan traicionero muy pocos sobrevivieron, pero entre los que sobrevivieron había un hombre llamado Viriato.
En el año 147 a. C., los lusitanos atacaron de nuevo pero fueron derrotados y volvieron a pedir la paz. Pero cuando el tratado estaba a punto de ser sellado, Viriato le habló a su pueblo y les recordó que la palabra de un romano no tenía valor alguno. Los lusitanos vieron en él al líder que tanto necesitaban y lo eligieron como su caudillo, y a continuación Viriato libró una larga guerra de guerrillas y de desgaste contra Roma que demostró ser extremadamente efectiva. El éxito de Viriato fue tal que llegó a acorralar un ejército liderado por uno de los cónsules romanos de esa época, y le obligó a aceptar la independencia de Lusitania y el reconocimiento de Viriato como soberano amigo del pueblo romano.
Con el cambio de cónsul, este tratado tan humillante quedó roto y los romanos continuaron la cruenta guerra lusitana. Para el año 140 a. C., los pueblos lusitanos estaban exhaustos e intentaron hacer las paces con los romanos, una paz aceptada por el cónsul pero no por el Senado. Por lo tanto, la guerra continuó y al año siguiente el cónsul romano sobornó a tres hombres de Viriato para matar a su líder mientras dormía. La acción fue considerada vergonzosa por el Senado, pero las guerras lusitanas terminaran poco después del asesinato.
Junto de la guerra numantina, la pacificación de Lusitania fue un paso crucial en la conquista romana de Hispania, y permitió a la República avanzar hacia Galicia. En el 136 a. C., Roma logró una gran victoria sobre los galaicos en el río Limia que transcurre tanto España como Portugal, aunque la Galicia actual no fue conquistada hasta época de Julio César y Augusto. Con la Lusitania y lo que hoy es el norte de Portugal en sus manos, algunas minas importantes del Atlántico hispano estaban ya bajo control romano, aunque parece que la importantísima mina de Las Médulas no se empezó a explotar hasta un siglo más tarde.

Guerra numantina
Pero volvamos al 143 a. C. En ese año, la resistencia de Viriato estaba en su punto álgido y los celtíberos decidieron rebelarse también. De este modo, comenzó la tercera guerra celtíbera, más conocida como la guerra numantina. El cónsul Quinto Cecilio Metelo, quien fue un victorioso general en Grecia, fue enviado a Hispania con un ejército de 32.000 efectivos. Sobre el papel un gran ejército dirigido por un líder competente como él debería haber obtenido una rápida victoria sobre los celtíberos, pero la guerra en Hispania era muy diferente a la de Grecia. En Grecia, el cónsul luchó contra estados cohesionados, pero en Hispania los pueblos indígenas estaban divididos, por lo que no habría una batalla decisiva, sino una serie de escaramuzas y batallas que convirtieron al conflicto en una verdadera guerra de desgaste.
El cónsul atacó la región de los vacceos, el pueblo prerromano asentando en el área central del valle del Duero, para cortar la posible ayuda que podían ofrecer a los celtíberos. Su sucesor atacó Numancia, la ciudad celtíbera más importante, con alrededor de 10.000 habitantes, una población que hoy sería la segunda más grande de Soria. Numancia estaba estratégicamente ubicada en una colina para controlar la región cercana, así como un cruce del Duero. Después de que los romanos fueran repelidos en Numancia, trataron de tomar la segunda ciudad más importante de la región, Termancia, pero tampoco pudieron hacerlo.
Una vez más, el nuevo e incompetente pretor tuvo la brillante idea de desviar el río para matar de hambre a la ciudad, pero los romanos fueron atacados por los numantinos mientras lo intentaron. La situación no era para nada esperanzadora, porque se acercaba el frío invierno y muchos hombres se contagiaron de disentería. Además, se acercaba el final del mandato anual del pretor, por lo que el pretor decidió hacer las paces con los numantinos, pero cuando llegó el nuevo pretor, el anterior negó haber hecho las paces sin el consentimiento del Senado, así que se reanudaron las hostilidades. Los pobres numantinos debieron quedar perplejos, y esta es otra muestra de lo traicioneros que eran los romanos.
Los dos años siguientes fueron más tranquilos, los ataques romanos contra Numancia fracasaron, por lo que nuevamente Roma atacó a los dóciles vacceos. Atacar a esta gente se convirtió en un hábito cuando atacar Numancia probaba ser una tarea demasiado ardua. En el 137 a. C., el cónsul Cayo Hostilio Mancino se hizo cargo de la situación. Su liderazgo fue un completo desastre, perdió múltiples batallas contra los numantinos, luego le llegaron falsos rumores diciendo que cántabros y vacceos vendrían a ayudar a los numantinos… ¿Y cómo reaccionó Mancino? Pues haciendo lo que 1ro de estrategia enseña a no hacer: entrar en pánico. Ordenó una retirada y el ejército romano terminó rodeado por los numantinos.
Afortunadamente para los romanos, los numantinos eran demasiado nobles e ingenuos, y les ofrecieron la paz cuando era el momento perfecto para destruir a su ejército. Todos los tratados firmados por romanos debían reconocer su supremacía, y en este los numantinos se ponían al mismo nivel que los romanos. Vamos, que una ciudad de 10.000 habitantes y menos de 4.000 guerreros se ponía al mismo nivel que la gran Roma, qué osadía y desfachatez tenían estos numantinos eh. Esto era inaceptable, y el Senado no pudo reconocer un tratado tan humillante, a pesar de que el populacho estaba infeliz y exhausto en Italia. El Senado ordenó al nuevo cónsul que entregara al cobarde de Mancino a los numantinos completamente desnudo y con las manos atadas a la espalda. Los numantinos se negaron a dejarlo entrar y Mancino regresó a Roma y perdió su ciudadanía.
Los siguientes tres cónsules no atacaron Numancia por temor a sufrir el mismo destino que Mancino, y nuevamente atacaron las áreas circundantes, sin mucho éxito. El ejército romano en esos momentos era indisciplinado y estaba descontento, y Roma necesitaba un hombre competente para terminar la campaña de una vez por todas. El hombre elegido para esa misión fue Escipión Emiliano, un pariente adoptivo de Escipión el Africano. Escipión Emiliano ya había comandado el ejército romano en la tercera guerra púnica y destruyó la decadente Cartago, y también había participado en campañas de la Celtiberia, por lo tanto, era la única opción posible en el año 134 a. C. No obstante, el Senado lo veía con recelo por su creciente popularidad, tal como sucedió con su abuelo adoptivo Escipión el Africano, por lo que no le dieron el ejército que necesitaba.
Sin embargo, militares voluntarios sí se le pudieron unir, y muchos hombres prominentes así lo hicieron: Cayo Mario, quien se convertiría en un cónsul muy importante, el futuro rey de Numidia Jugurta, el historiador griego Polibio, o el escritor satírico Cayo Lucilio. Con un poderosísimo ejército de 60.000 hombres, lo primero que hizo Escipión fue restaurar la disciplina aplicando reglas de austeridad muy estrictas y con duros ejercicios. Una vez que el ejército levantó su moral, los romanos atacaron a los pueblos vacceos nuevamente para luego construir un circuito de fortificaciones y rodear completamente Numancia. Los muros eran de 3 metros de alto y más de 2 metros de ancho, y mientras se construían los numantinos por supuesto que atacaron, pero los romanos repelieron sus ataques gracias a un ingenioso sistema de rápidas comunicaciones. Además, Escipión Emiliano ordenó cerrar los afluentes del Duero, y todas estas acciones tenían un único objetivo: matar a los numantinos de hambre y de sed.

Un valiente guerrero llamado Retógenes pudo escabullirse y pedir ayuda a los pueblos cercanos, pero todos los pueblos importantes se negaron por miedo. Solo un pueblo se ofreció a ayudar, pero los ancianos del pueblo advirtieron a Escipión y él ordenó la amputación de las manos de los jóvenes de ese pueblo. Sí, los romanos eran así de brutales, como para que luego se los glorifique como el modelo de civilización. Después de años de constantes ataques y meses de asedio, como era previsible Numancia se estaba muriendo de hambre. La mayoría de los numantinos se suicidaron, negándose a ser esclavizados como lo fueron los pocos que no se suicidaron.
Como hablé en episodios anteriores, eso puede verse como un acto de patriotismo, pero también podría explicarse por la institución social que fue la devotio celtíbera. En cualquier caso, la heroica última defensa numantina inspiró a las generaciones venideras de romanos y españoles, e incluso Miguel de Cervantes escribió una obra de teatro sobre el asedio. La destrucción de Numancia en el año 133 a. C., junto con la victoria sobre los lusitanos, fue el punto de inflexión de la conquista romana de Hispania. Ahora que todos los principales focos de resistencia estaban pacificados, solo las pocas gentes del norte de España podían ofrecer resistencia.
Tensiones sociales en la República romana
Durante los siguientes 50 años, Hispania disfrutó de relativa paz. Hubo algunas rebeliones aquí y allá, problemas con el bandolerismo lusitano, pero nada demasiado serio. La única conquista notable fue la de las Islas Baleares en el 123 a. C., con el pretexto de luchar contra los piratas que usaban las islas como base de sus operaciones. Mientras tanto, la República romana tenía una lista interminable de problemas sociales y otras guerras que combatir, como las guerras serviles, la guerra social entre Roma y las ciudades itálicas, o la guerra cimbria contra los pueblos germanos que migraban a territorios romanos.
Como mencioné anteriormente, las tensiones sociales se dispararon en el corazón de la República romana después de la guerra numantina. La desigualdad social era muy alta, y los patricios y los équites se enriquecían mientras que los plebeyos y esclavos sufrían las consecuencias de la expansión de la economía esclavista de las oligarquías romanas. O sea, todas las conquistas que había llevado a cabo la República romana por todo el Mediterráneo no solo no había mejorado la vida del romano y latino medio, sino que la empeoró. Aparte del estallido social y de guerras que eso provocó, en el Senado romano aparecieron dos facciones: los optimates, unos oligarcas tradicionalistas que defendían sus privilegios a sangre y fuego, y los populares, que también eran aristócratas pero tomaban medidas para redistribuir un poco más la riqueza y así mantener la paz social.
De este período vale la pena reseñar dos políticas de los populares. Primero las reformas de Mario, promulgadas por el cónsul populista Cayo Mario. Estas reformas introdujeron cambios sustanciales en el ejército romano, y para aliviar los problemas sociales y mejorar la capacidad militar romana se permitió el alistamiento de romanos sin recursos. También se aceleró el proceso de romanización, es decir, de aculturación en los territorios conquistados por Roma, porque se dio tierras a los legionarios retirados para formar colonias en tierras como Hispania. La otra política populista reseñable es la de regalar grano a los plebeyos, política introducida por los hermanos Graco. En esta política Hispania tuvo un rol destacado como granero de Roma, y además de esto Hispania proporcionó un flujo constante de eslavos a la economía agraria y esclavista de la República.
Durante este período se envió una comisión senatorial para reorganizar Hispania, porque la guerra constante causó la migración de muchas gentes y la devastación de muchas áreas. La comisión tuvo que ocuparse de asuntos muy importantes como la forma de redistribuir las tierras, delimitar las fronteras de las provincias romanas, o cómo recaudar impuestos de manera justa y eficiente. Tenemos muy poca información sobre lo que sucedió durante esos 50 años, pero está claro que había áreas que ya estaban muy romanizadas en ese momento, como el litoral catalán o Andalucía.
Por otro lado, las reformas de Mario provocaron un cambio de la lealtad de los soldados más hacia su general que hacia la República romana, algo que conduciría a la transformación de Roma de una república a un imperio. La crisis de la República permitió a alguien como Sila marchar sobre Roma y convertirse en dictador, mucho antes que Julio César. Las tensiones políticas estaban en una escala nunca antes vista, por eso muchos líderes políticos se exiliaron en Hispania. ¿Y por qué Hispania? Bueno, la península ibérica está relativamente cerca de Italia, algunas partes de Hispania ya estaban muy romanizadas, y las provincias tenían suficiente población para formar un ejército si era necesario.
Guerra de Sertorio
De entre estos exiliados durante el gobierno de Sila, el más destacado fue Quinto Sertorio. Huyó primero a la región de Mauritania, en lo que hoy es Marruecos, ya que fue perseguido por ser un político de la facción popular. Sus victorias allí le valieron fama en Hispania, especialmente entre los lusitanos. Los lusitanos estaban cansados de ser saqueados y oprimidos, y le pidieron a Sertorio que se convirtiera en el general supremo de sus fuerzas. Sertorio aceptó, no porque se preocupara por los lusitanos, sino porque era su oportunidad de aumentar su poder y desafiar a Sila con una base de poder en Hispania.
Destaco esto porque los nacionalistas portugueses o españoles a veces han presentado a Sertorio como un separatista antirromano, pero nada más lejos de la realidad, él era romano y quería derrotar a Sila para controlar Roma. Como he dicho, para él Hispania era su base de poder pero nada más, al igual que la península era la base de poder utilizada por Cartago en la segunda guerra púnica para combatir a Roma. En Hispania, Sertorio creó una estructura política paralela en imitación a la de Roma, desafiando así la legitimidad del gobierno de los optimates de Sila. Los políticos populares, las víctimas del dictador y los nativos hispanos oprimidos consideraron que su mejor baza era apoyar a Sertorio.
Sertorio utilizó tácticas de guerrilla para derrotar a fuerzas numéricamente superiores, y todos se percataron rápidamente de su destreza militar. Pronto fue conocido como el nuevo Aníbal, y fue de victoria en victoria hasta que conquistó la mayor parte de Hispania Citerior. Lusitanos, celtíberos e íberos lo siguieron, y Sertorio selló su lealtad con pactos de devotio. Entretanto, Sila murió, pero el partido aristocrático permaneció en el poder adoptando algunas políticas populistas, e incluso promulgó una ley de amnistía para provocar deserciones en el bando sertoriano.
Un joven y habilidoso Pompeyo asumió la misión de aplastar a Sertorio, pero no fue tan fácil como pensó inicialmente. La guerra de Sertorio fue de desgaste para ambos bandos, pero después de varios años de guerra los seguidores de Sertorio estaban más exhaustos que los del otro lado y un general traicionó y asesinó a Sertorio en el 72 a. C. Así fue como la larga pesadilla del gobierno romano terminó.
Guerras civiles: de la República al Imperio romano
Pompeyo sofocó muchas rebeliones y pacificó provincias enteras de la República romana, también en Hispania. Era un caudillo que quería ganarse la admiración tanto de la República como de los plebeyos para ganar poder político. Pero después de luchar contra los piratas en el Mediterráneo y conquistar múltiples áreas de Oriente Próximo, el Senado se negó a reconocer sus victorias. Era un héroe, muy parecido a Escipión el Africano o Escipión Emiliano, y precisamente por eso era una amenaza para el sistema político romano. Lo paradójico aquí es que la oposición de sus antiguos mecenas juntó al ambicioso Julio César con Pompeyo.
Se acercaba así el fin de la República. Pompeyo no solo tenía muchos amigos importantes y el apoyo de la plebe y el ejército, sino que también había desarrollado fuertes redes clientelares en Hispania y hasta había fundado la ciudad de Pamplona. No obstante, Julio César fue nombrado pretor de Hispania Ulterior en el 62 a. C., realizo conquistas en Galicia, y creó una red de lealtades al ser generoso con sus soldados. Pero volviendo a lo verdaderamente importante, Julio César, Pompeyo y el hombre más rico de Roma formaron el llamado Primer Triunvirato para monopolizar el poder en Roma y repartirse el control de las provincias. Durante este período, Julio César conquistó la Galia y Pompeyo se preocupó por la creciente popularidad de César, pero a pesar de eso, Pompeyo decidió quedarse en Roma porque daba por sentado que seguía siendo fuerte en Hispania. Error garrafal de Pompeyo.
Había demasiados gallos en el gallinero y solo uno podía erigirse como líder de la República. Julio César cruzó el Rubicón en el 49 a. C., comenzando una guerra civil. Pompeyo y el Senado huyeron a Grecia con la idea de atacar desde oriente y desde Hispania, pero César marchó hacia Hispania y las legiones de Pompeyo fueron derrotadas o cambiaron de bando. La decisión de César resultó ser la acertada, pues marchó contra un ejército sin líder antes de atacar a un general sin ejército. La victoria de Julio César benefició en gran medida a Hispania, pero hablaré más de ello en el próximo episodio. Después del famoso asesinato de César en el 44 a. C., Marco Antonio, Octavio y Lépido formaron un nuevo triunvirato, hubo una guerra civil más tarde entre Octavio y Marco Antonio, pero esa guerra civil no afectó a Hispania en absoluto, ya que había una lealtad total respecto al heredero de Julio César, Octavio. Octavio ganó la guerra civil, fundó el Imperio romano en el 27 a. C. al proclamarse Augusto, y el resto es historia.
Fin de la conquista de Hispania: guerras cántabras
Pero quieto ahí, porque la conquista romana de Hispania aún no había terminado. El norte de la península ibérica tenía que ser conquistado, y Octavio Augusto tenía muchos planes para Hispania. La conquista de la península debía completarse, porque si Julio César conquistó en menos de una década la Galia, Augusto necesitaba lograr algo más grande que el César. Ya había hecho algo grandioso, incorporó definitivamente un país rico como Egipto en el recién nacido Imperio romano, pero la conquista de toda Hispania terminaría con dos siglos de continuas guerras y problemas. ¿Qué hazaña podía ser más grande que esa? Además, la región del norte era rica en recursos minerales, que eran indispensables para la agotada tesorería del Imperio, por lo que Augusto tenía que ser el que lograra un objetivo tan importante como el fin de la conquista de Hispania.
Al igual que los lusitanos o celtíberos, los astures y los cántabros atacaban a sus vecinos porque eran muy pobres, y por cierto aprovecho para decir que los astures vivían en buena parte de la Meseta, o sea que no confundáis donde vivían los astures con la actual Asturias. Volviendo al tema, astures y cántabros atacaron a los pueblos hispanos bajo la protección de Roma y eso le dio a Augusto el pretexto perfecto para comenzar una guerra. Las guerras cántabras comenzaron en el año 29 a. C., y la guerra allí sería larga y complicada, porque el escenario era parte de Galicia hasta los montes vascos, es decir, todo montaña, y los lugareños tenían la importante ventaja de conocer el terreno.
Además, como el norte peninsular no tiene mucho suelo fértil para la agricultura, fue una campaña complicada en términos de logística porque había que importar prácticamente todos los alimentos para las tropas. Augusto dirigió personalmente la campaña del año 26 a. C., y se dice que más de 70.000 soldados leales al Emperador se unieron a él. Los cántabros usaron tácticas guerrilleras que irritaron a Augusto, y él abandonó la campaña a causa de una enfermedad. Durante dos años, Tarragona, en Hispania Citerior, se convirtió de facto en la capital administrativa del Imperio porque Augusto y su séquito permaneció ahí. Eso benefició ampliamente a la ciudad y, para agradecérselo al Emperador, fue la primera ciudad en erigir un templo en su honor, comenzando así el culto imperial.

En el año 24 a. C. Augusto consideró que Hispania estaba ya pacificada y celebró una marcha triunfal en Roma para celebrar la conquista definitiva de Hispania. A pesar de eso, la guerra de hecho continuó durante unos años más. En el 22 a. C., miles de cántabros fueron rodeados y muchos se suicidaron, mientras que otros fueron capturados y vendidos como esclavos. La resistencia y los ataques continuaron, y como Augusto estaba ya mosqueado, decidió enviar a Agripa, su general y amigo predilecto, para poner fin a la resistencia. Agripa exterminó a unos cuantos cántabros varones en edad militar, mientras que los astures se rindieron. La conquista de Hispania se completó en el 19 a. C., así que era la hora de reorganizar Hispania y redoblar el esfuerzo de integración de la región en el Imperio romano.
El Veredicto: La importancia de la devotio
En El Veredicto de hoy quiero destacar la importancia de la devotio tanto en las guerras de resistencia nativa como en las guerras al lado de los romanos. Grandes redes clientelares explican las últimas defensas como Numancia o la de Calahorra, ciudad que fue leal a Sertorio hasta que Pompeyo la destruyó por completo. Los suicidios en masa de los numantinos y cántabros también pueden explicarse por la devotio ibérica, probablemente algunos patrones fueron asesinados o decidieron que era mejor suicidarse que ser esclavizados, por lo que los devotos también tuvieron que suicidarse.
Los generales romanos se dieron cuenta de lo útiles que eran los soldados hispanos por su lealtad y muchos emplearon devotos como guardias personales. Los romanos usaron esa institución social para su beneficio de otras maneras, al convencer a un patrón de que jurara lealtad a Roma los romanos podían ganar cientos de aliados con poco esfuerzo, y el culto imperial era muy fuerte en Hispania debido a la devotio. Es mejor tener un soldado leal y devoto que miles que pueden abandonarte en cualquier momento. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
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Fuentes
Amela Valverde, Luis. «La conquista del Norte peninsular: primeros tanteos según las fuentes literarias.» (2013): 69-84.
Barceló, Pedro, y Juan José Ferrer Maestro. Historia de la Hispania Romana. Alianza Editorial, 2016.
Blázquez, José María, et al. Historia de España antigua. Tomo 2. Hispania romana. Cátedra, 1995.
Bravo, Gonzalo. Hispania: la epopeya de los romanos en la Península. La esfera de los libros, 2007.
Domínguez Ortiz, Antonio. Historia de España 2: La España romana y visigoda (siglos III a.C.-VII d.C.). Planeta, 1992.
Lara, María, y Laura Lara. Breviario de historia de España. Desde Atapuerca hasta la era de la globalización. EDAF, 2018.
Pisa Sánchez, Jorge. Breve Historia de Hispania. Nowtilus, 2009.
Plácido Suárez, Domingo. Historia de España 1: Hispania Antigua. Editado por Josep Fontana y Ramón Villares, Crítica, 2009.
San Vicente González de Aspuru, José Ignacio. «La victoria de Décimo Junio Bruto sobre los galaicos y la retirada de Emilio Lépido de Pallantia: algunas consideraciones sobre su cronología.» (2013): 41-68.
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