Este es el episodio 4 llamado Tartessos, fenicios y griegos y en este episodio aprenderás:
Primera Edad de Hierro en la península ibérica
Dejamos el anterior episodio en la Edad de Bronce, con el aumento de la urbanización en el valle del Guadalquivir, el inicio del comercio con fenicios y griegos, y la llegada de los celtas en la Península. Las oleadas de inmigrantes indoeuropeos, y luego colonos fenicios y griegos, cambiaron las formas de vida de la península ibérica, trajeron nuevas tecnologías, nuevas creencias religiosas y costumbres funerarias, y muchas otras cosas que transformaron los pueblos prerromanos de la Península. Con estos cambios emergieron nuevas culturas, y entre otras cosas también marcó el inicio de la Edad de Hierro alrededor del siglo IX a. C., aunque es posible que ya empezará antes en la península.
La Edad de Hierro obviamente empieza por el descubrimiento del procedimiento de fabricar herramientas y armas de hierro alrededor del 1100 a. C., que llegó de la mano de fenicios y celtas en la Península. El hierro requiere de técnicas metalúrgicas más avanzadas que el cobre o bronce, pero su materia prima es más fácil de obtener y por eso se convirtió en un metal más deseable. Para la península ibérica, este período representa la última etapa de la prehistoria y también lo que se conoce como protohistoria, es decir, que ya hay fuentes escritas sobre la península ibérica pero éstas estaban escritas por civilizaciones extranjeras que ya conocían la escritura. Como veremos en este episodio, los fenicios y los griegos empezaron a establecer pequeñas colonias costeras con fines principalmente comerciales, y debido a los contactos entre los nativos y los fenicios y griegos se empezaron a producir cambios culturales, sociales y tecnológicos en los pueblos prerromanos de España.
Tartessos y los tartesios
A partir de los contactos con fenicios, la cultura tartésica surgió alrededor del valle del Guadalquivir, asentada en una tierra muy fértil, ideal para la agricultura y rica en recursos minerales. Los tartesios han sido objeto de una profunda investigación porque, todavía hoy, están rodeados de un aura de misterio. Algunos incluso dicen que el mito griego de la Atlántida se basó en la caída de la civilización de Tartessos, aunque por supuesto la Atlántida no es más que un mito de Platón. Ya en la Biblia, la palabra Tarsis se menciona varias veces, y aunque podría ser un lugar de Cerdeña, hay un mayor consenso en pensar que Tarsis podría significar la tierra de los tartesios.

En el Antiguo Testamento se menciona que los barcos de Salomón y Hiram viajaron a Tarsis en el siglo X a. C. y que regresaron cargados de oro, plata y marfil, y en las fuentes grecorromanas también queda clara la idea de que Tartessos estaba asociada a riquezas minerales. La evidencia arqueológica confirma la abundancia de plata, oro y estaño, éste último procedente del área de influencia tartésica, más al interior peninsular. Tenemos tesoros de oro y plata decorados en detalle, herramientas para extraer y trabajar metales, preciosos artefactos religiosos, y mucha más evidencia. A mí me fascina particularmente la simbología de una piel de toro extendida que se puede encontrar tanto en el famoso tesoro de El Carambolo como en altares tartésicos, o sea, imaginad si viene de lejos la simbología de los toros en España.
Según algunos autores, los fenicios fundaron la cultura tartésica, y esto se ha creído que era así hasta hace relativamente poco, porque realmente muchos elementos de Tartessos parecen orientales. Otros, como Adolf Schulten, propagaron una visión romántica y supremacista de Tartessos, diciendo que eran de descendencia helena e indoeuropea en vez de semítica. Esto encajó bien con la ideología del régimen de Franco, para presentar a Tartessos como el primer estado español, y ahora Tartessos lo usan algunos andalucistas trasnochados para glorificar su pasado.
Sin embargo, el pensamiento académico dominante hoy en día es que la cultura tartésica es una confluencia de las culturas pre-indoeuropeas íberas y fenicias. Esto significa que ya había una cultura o varias culturas en la zona del Guadalquivir que se vieron muy influidas por sus contactos con los fenicios, cuando éstos ya habían establecido una presencia estable a partir del siglo IX a. C. Solo podemos entender Tartessos como una cultura híbrida que fue evolucionando como resultado de la presencia colonial fenicia.
Esto significa que muchos colonos fenicios perdieron también su identidad netamente fenicia, por ejemplo en el yacimiento de El Carambolo de Sevilla se ha corroborado eso, por tanto podemos decir que la cultura tartésica fue una cultura mestiza similar a la de otros contextos coloniales, como en el caso de la colonización española de América. En el caso de los tartesios de hecho parece que el elemento indígena siempre fue muy importante, y muchos fenicios adoptaron elementos nativos también, por eso no hablamos de aculturación sino de hibridación en un mayor o menor grado según la región.
Hasta mediados del siglo XX, se creía que Tartessos era una gran ciudad perdida, similar a Troya, y en esa época de grandes hazañas arqueológicas encontrar la ciudad de Tartessos descrita en fuentes grecorromanas se convirtió en una verdadera obsesión para algunos. La ubicación más probable de la capital de Tartessos es Huelva, ya que el área del río Tinto tiene minas de cobre, plata, hierro y oro, y la evidencia arqueológica apunta a que Huelva era un nodo comercial que conectaba el Atlántico y el Mediterráneo. Sin embargo, Sevilla o incluso Cádiz se han propuesto también como candidatas porque están en lo que llamamos el núcleo de Tartessos, pero el problema es que estas tres ciudades son capitales de provincia de España.
A causa de eso, la investigación arqueológica es complicada, porque debajo de la ciudad moderna tenemos la ciudad medieval y romana antes que la hipotética ciudad tartésica. Para complicarlo aún más, la geología de la zona del Guadalquivir es muy diferente a la de hace 2000 o 3000 años, así que los investigadores ya han abandonado la pretensión de encontrar esa supuesta capital. En cualquier caso, la ubicación de los pueblos tartésicos se basaba en la ubicación de los recursos, como cerca de minas, tierras fértiles o ríos, lo que sugiere que tenían un sistema económico complejo e integrado en el área de Andalucía occidental.
La falta de muros y armas, y la preferencia por poblados en llanuras en vez de lugares elevados sugiere que su sociedad era pacífica y de comerciantes, no una sociedad militarista. Eso no quita que la clase dominante fuera aristocrática, ni tampoco quita que hubiera conflictos entre tartesios y fenicios o entre fenicios nacidos en Tartessos y nuevos colonos fenicios. Por la influencia fenicia parece que la urbanización en Tartessos aumentó y que aumentó el consumo de cabras, ovejas y curiosamente también cerdos, a pesar de que los fenicios no eran muy dados a consumirlo. Además, se empezaron a usar burros para el transporte de mercancías y en actividades agrícolas, y el consumo de legumbres se incrementó.
De algo tan importante como el sistema político de Tartessos no sabemos nada con certeza y solo podemos especular. Lo más plausible es que Tartessos fuera una región con una cultura común y un sistema económico integrado, pero formado por ciudades-estado, al igual que la mayoría de civilizaciones mediterráneas de la época. El historiador griego Heródoto es el único que nos da el nombre de un rey de Tartessos, Argantonio, quien reinó supuestamente durante 80 años entre los siglos VII y VI a. C. Curiosamente, su nombre o apodo revela cuán estrechamente estaba la plata vinculada con la civilización tartésica.
Heródoto dejó escrito que el rey Argantonio ofreció a los focenses la oportunidad de establecerse en la península ibérica. Los focenses eran los habitantes de Focea, la ciudad griega de Asia Menor que colonizó partes del noreste de la península. Los focenses rechazaron su oferta, pero aceptaron recibir dinero para construir muros y protegerse del ataque de los persas. El texto de Heródoto parece reflejar que Argantonio realmente era rey de la región de Tartessos y no solo un jefe local, así que también puede ser que hubiera un solo estado tartésico, pero sigue siendo más creíble que Tartessos estuviera dividida en ciudades-estado.
Los autores griegos también nos hablan de algunos reyes mitológicos de Tartessos, uno que parece creado por los propios griegos y otros dos que parecen más una leyenda de los propios tartesios. El primer rey mitológico fue Gerión, un rey monstruoso formado por tres cuerpos que tenía un rebaño de vacas y bueyes. Gerión vivía más allá de las columnas de Hércules, llamadas así porque entre otras cosas Heracles, o Hércules para los romanos, tuvo que robar el rebaño de Gerión.
Más tarde, el rey Gárgoris enseñó a los tartesios cómo recolectar miel y comerciar. Él era el padre de Habis, un hijo nacido de una relación incestuosa de Gárgoris con una de sus hijas, y Gárgoris intentó matar a Habis pero fracasó. Exiliado, Habis fue amamantado por una cierva hasta que creció como hombre y su padre lo reconoció como su nieto y sucesor al trono. Luego, Habis se convirtió en una especie de semidiós que le enseñó a su gente a arar, hizo leyes para organizar la sociedad y la dividió en clases sociales. Estos mitos siguen los cánones clásicos de figuras fundadoras del Oriente Próximo y el Mediterráneo, como Rómulo, Edipo o el rey persa Ciro.
En cuanto a su religión, sabemos que los tartesios eran politeístas como los fenicios o griegos, y adoptaron divinidades fenicias como propias. Tenemos por ejemplo al dios Merkart o a la diosa Astarté, y ambos son divinidades que representan tantas cosas que al final no queda claro qué representan para cada región o persona. Los santuarios fenicios y tartésicos no solo eran centros religiosos, sino también centros comerciales que funcionaban como una zona neutral donde los comerciantes y los clientes tenían sus intereses protegidos por los dioses. Como ejemplos de santuarios tartésicos, tenemos el de El Carambolo o el espectacular Cancho Roano, construido después de la crisis tartésica del siglo VI a. C.
Bien, dicho esto hagamos un resumen muy rápido de la historia de Tartessos. A partir del siglo VIII a. C., la presencia fenicia en el sur de la Península aumentó. La riqueza mineral de Tartessos atrajo a muchos colonos fenicios y esos colonos influyeron en la política, religión y cultura tartésica. El comercio tartésico con el resto del mundo conocido se incrementó gracias a los fenicios, y eso estimuló la especialización y la estratificación de su sociedad. Los tartesios adoptaron rápidamente las creencias religiosas fenicias, así como sus metodologías más avanzadas para trabajar con metales, arte y urbanismo. Sin embargo, con la caída de Tiro en el 573 a. C. en manos del Imperio neobabilónico los cartagineses tomaron el relevo de los fenicios de Levante y los comerciantes griegos también ganaron influencia.
El siglo VI a. C. es un período de inestabilidad y crisis para Tartessos, y el área comenzó su declive económico y político a finales de ese siglo. Lo que pasó en Tartessos a mediados del siglo VI a. C. es similar al misterioso colapso de la Edad de Bronce Final en Grecia y el Levante mediterráneo, quizás fue por un gran cambio geopolítico, como el auge de Cartago y Cádiz, la disminución de la demanda de plata, y la pérdida de relevancia de la ruta comercial de Tartessos. Evidencia geológica parece indicar que en el área de Doñana hubo un terremoto y tsunami en aquella época que habría afectado el área costera de Huelva y el curso final del Guadalquivir, es decir, los centros de poder de Tartessos.

Esta mezcla de factores naturales, políticos y económicos podría haber sido la causa del cataclismo de Tartessos. Aunque las causas de esta crisis siguen sin estar muy claras, sí lo están sus consecuencias. Se abandonó el arte y las construcciones de estilo oriental y las principales poblaciones de Tartessos perdieron población, como Carmona, Coria del Río o Huelva. Algunos tartesios se desplazaron más al interior, en lo que solía ser el área de influencia tartésica, alrededor del Guadiana y la cuenca del Tajo. De hecho, a causa de la crisis de Tartessos y las migraciones tartésicas, la mayoría de hallazgos arqueológicos de los últimos años se han producido en Extremadura y el Algarve portugués.
Los tartesios desplazados construyeron poblados como Medellín, cuna de Hernán Cortés, o construyeron casas rurales a modo de haciendas, como el santuario de Cancho Roano o la espectacular casa de El Turuñuelo. El Turuñuelo por ejemplo es un edificio muy grande para la época, de al menos dos pisos. Aquí, arqueólogos dirigidos por Sebastián Celestino y Esther Rodríguez han encontrado más de 50 animales sacrificados, la mitad de ellos caballos, huesos de un hombre adulto, y una escalinata con 10 escalones, entre otras cosas. ¡Y eso solo con el 20% del yacimiento excavado!

El Turuñuelo, al igual que el Cancho Roano, fue quemado intencionadamente por los propios tartésicos y sellado, se dice que por la llegada de guerreros celtas de la Meseta Central que estaban emigrando en el área del Guadiana. Por lástima, las excavaciones tuvieron que parar el año pasado por un desacuerdo económico con los propietarios de la finca, pero esperemos que pronto puedan continuar para descubrir más cosas sobre Tartessos. En cualquier caso, es a partir del siglo V a. C. que ya dejamos de hablar de los tartesios y hablamos de la cultura turdetana, aunque los turdetanos no dejan de ser una continuación de los tartesios, de modo similar a la relación entre púnicos y fenicios.
Fenicios en la península ibérica
¿Pero de dónde vinieron los fenicios, que he mencionado tantas veces? Fenicia era la región que hoy ocupa Israel y Líbano, en el Levante Mediterráneo. ¡Imaginad lo importante que fue Tartessos como centro de extracción y producción de metal para que vinieran desde tan lejos! Bueno, por eso y porque no se llevaban bien con Asiria, por lo que las ciudades-estado fenicias se vieron obligadas a comerciar con territorios lejanos. Al igual que pasaba con los griegos, los fenicios no estaban unificados políticamente y lo que les unía eran una lengua, religión y costumbres comunas.

¿Y qué intercambiaron los fenicios con los tartesios? Pues intercambiaron vino, cerámica y marfil por los metales y la sal de los tartesios. Debemos entender las colonias fenicias en el contexto del aumento de contactos y redes comerciales de los pueblos mediterráneos, que comerciaban de este a oeste y de norte a sur. Eso sí, los contactos comerciales estrechos no ocurrieron de la noche a la mañana, es decir, los comerciantes fenicios primero hicieron contactos irregulares y se establecieron en poblaciones indígenas antes de fundar sus propias colonias, y esto es lo que llamamos precolonización. Tampoco los fenicios construyeron sus redes comerciales solos, sino que se valieron de la información recogida por marineros chipriotas, sardos e íberos que ya comerciaban en Tartessos.
Lo que quiero que comprendáis es que esta no es una historia de fenicios contra nativos. Muchos tartesios colaboraron activamente con los fenicios en su comercio y en la construcción de colonias porque eso los beneficiaba como individuos, y aparentemente también como civilización. De esta colaboración los líderes tartesios vieron la oportunidad de incrementar la producción metalúrgica, obtener mejores tecnologías, y participar más activamente en el comercio mediterráneo. Las élites tartésicas vieron como su poder político y económico aumentó, y aunque no lo podemos saber seguro, no sería sorprendente que la sociedad tartésica fuera muy desigual y estuviera dominada por una élite esclavista.
El tipo de colonialismo llevado a cabo por fenicios o griegos no era un colonialismo de conquista, agresivo e imperialista como el romano por ejemplo, sino uno más comercial y de coexistencia, incluso de convivencia y mestizaje. Los fenicios trajeron consigo la palabra escrita a la península ibérica, el hierro y la técnica para producirlo, monedas, nuevas armas, y nuevos métodos para producir ropa. Debido a ellos el consumo de vino y el uso de aceite y marfil se hicieron más populares, e introdujeron burros, pollos, lentejas, garbanzos y, por supuesto, sus propias costumbres en cuanto a urbanismo, entierros y religión. Casi nada vaya.
Los semitas fenicios fundaron Cádiz, considerada la ciudad más antigua de Europa occidental por no haber sido nunca despoblada desde su supuesta fundación en el 1100 a. C., aunque los primeros restos arqueológicos de Cádiz son de finales del siglo IX a. C. Pero Cádiz en aquellos tiempos se veía muy diferente a ahora, ya que era un archipiélago compuesto por unas islas conocidas como Erytheia y Cotinusa. Recientemente se publicó una investigación de la Universidad de Cádiz que desveló que la Cádiz fenicia y romana estuvo dividida por un canal que servía de puerto, en vez de tener dos puertos como se creía hasta ahora. Ojalá pudiese viajar en el tiempo para hacer algo de turismo en la Cádiz fenicia. Aún así, cabe destacar que la población de Cádiz también se fue asentando en tierra firme a medida que Cádiz fue expandiéndose en detrimento de la tartésica Huelva, aunque eso no ocurrió hasta después del siglo VI a. C. con la crisis vivida en Tartessos.

Lentamente, los fenicios fueron construyendo nuevas colonias a lo largo de la costa sur de España y de Portugal, buscando siempre islotes o pequeñas penínsulas para establecerse, ya que eso proporcionaba un equilibrio entre facilidad para el comercio y defensas naturales. Sus colonias comerciales requerían muelles y tierras adecuadas para la agricultura y la ganadería, y los fenicios basaron su influencia sobre otras civilizaciones como Tartessos no en el poder militar, sino en la superioridad económica y cultural. También es importante destacar que los fenicios no solo eran comerciantes ni estaban solo relacionados con la metalurgia, sino que también hubo fenicios que vieron la costa andaluza como un gran sitio donde asentarse para ser agricultores o pescadores.
Después de fundar Cádiz, o Gadir como se llamaba por aquel entonces, los fenicios se establecieron a lo largo del estrecho de Gibraltar, y más tarde también se expandieron por las costas portuguesas y en la Andalucía mediterránea. En Portugal, los comerciantes fenicios podían comprar oro y estaño, pues era más fácil de encontrar en el Atlántico que en el Mediterráneo, e intercambiaban sus productos manufacturados a precios elevados, ya que el viaje era largo y peligroso. Aunque su principal interés era obtener metales como plata o cobre de la Península, los comerciantes fenicios diversificaron los productos que importaron durante el siglo VII a. C. Podemos comprobar esto por el hecho de que los arqueólogos han encontrado productos fenicios en ciudades sin minas cercanas, aunque también es posible que estos intercambios los llevaran a cabo intermediarios nativos. Los historiadores piensan que tales ciudades tartésicas y lusitanas probablemente exportaron sal, productos agrícolas y ganaderos, y recursos silvestres como la miel.
En el siglo VI a. C., los comerciantes fenicios perdieron su hegemonía sobre la región de Valencia y Andalucía Oriental, y la población local tuvo un rol más activo en el comercio y aprendió a fabricar productos con características únicas. Después de la caída de Tiro, la ciudad más importante de Fenicia, los fenicios perdieron su talasocracia y las colonias fenicias en el Mediterráneo occidental tuvieron que cuidarse solas. La ciudad que surgió como la capital del mundo fenicio occidental fue Cartago. Eso sí, es importante tener en cuenta que cada municipio era bastante independiente de la metrópoli, porque las colonias fenicias y las posteriores colonias púnicas se organizaron como ciudades-estado. A finales del siglo VI a. C. Cartago y Cádiz, así como otras ciudades menores, hicieron una alianza para dominar el Mediterráneo occidental, y así es como la presencia fenicia bajo la protección de Cartago continuó hasta la llegada de los romanos.
Griegos en la península ibérica
Pasando a los griegos, éstos viajaron y fundaron colonias en la península ibérica por la misma razón que los fenicios, para comerciar y tener acceso a más cobre, plata y oro, aunque los griegos no llegaron hasta el siglo VII o VI a. C. Los mitos griegos como la historia de cómo Hércules robó los bueyes de Gerión en la Península o cómo obtuvo las manzanas doradas del Jardín de las Hespérides, revelan la imagen mística y misteriosa que los griegos tenían de la Península en ese momento. Los griegos siempre estuvieron más pendientes de lo que pasaba al este que al oeste, así que no es de extrañar que los colonos griegos llegaran más tarde que los fenicios, atraídos por las leyendas que se contaban sobre una tierra llena de metales preciosos.

Los griegos exportaban cerámicas, tejidos, vino o aceite, y sus contactos con poblaciones íberas como Ullastret ayudaron a forjar la cultura íbera tal y como los romanos la encontraron. De hecho, los indígenas hicieron como los chinos y se pusieron a imitar la preciada cerámica griega, pero como en esa época no había propiedad intelectual pues poco podían hacer los griegos. La ciudad-estado griega que estuvo más activa en la colonización de la península ibérica fue Focea, como he dicho antes al hablar de Tartessos, y éstos fundaron colonias en Cataluña, como Emporion, la actual Ampurias, o Rodas, la contemporánea Rosas. Esas pueden haber sido ciudades intermediarias utilizadas tanto para comerciar con los nativos cercanos a las colonias como para comerciar con las gentes del sur de España.
Mientras que los fenicios dominaron el sur de España, los griegos dominaron las regiones más pobres de Cataluña y Valencia y llevaron a cabo una colonización en menor escala. Es importante resaltar que los fenicios y los griegos no eran enemigos acérrimos que monopolizaban esas áreas, los comerciantes fenicios podían ir a las áreas de influencia griegas y viceversa, pues sus intereses eran mercantiles y no de conquista. Pero es curioso ver el mapa del Mediterráneo de la época, parece como si los griegos y fenicios hubieran firmado un Tratado de Tordesillas como España y Portugal para repartirse el Mediterráneo.
Las expediciones coloniales griegas generalmente eran organizadas por las ciudades-estado durante un período de crecimiento demográfico o en un año con una mala cosecha, para evitar revueltas y reducir la presión demográfica. Las expediciones coloniales fueron dirigidas por los oikistés, que eran hombres de linaje aristocrático que representaban la autoridad de la polis en el extranjero. Los oikistés tenía el poder de organizar todo lo necesario para establecer una colonia, como por ejemplo elegir el área para asentarse, distribuir la tierra entre los colonos, y definir las instituciones de los nuevos asentamientos. Eso sí, es reseñable que el comercio en Grecia era más privado que en Fenicia, y el poder político solo intervenía si había una crisis política o económica.
Yendo más a lo específico, quiero hablarte de la colonia griega más importante de la Península, Emporion, cuyo nombre literalmente significa «mercado». Emporion fue fundada como colonia y centro comercial griego en el 575 a. C., a pesar de que antes de ellos etruscos, fenicios, galos e íberos ya habían usado esa área para comerciar. Al principio era una diminuta colonia situada en una islita frente a la costa, pero después de la caída de Focea a manos de los persas en el 546 a. C., las colonias lejanas como Emporion crecieron por una afluencia de refugiados. Poco después, alrededor del 535 a. C., tuvo lugar la batalla de Alalia entre los cartagineses y etruscos y los refugiados focenses que habían emigrado a Córcega.
La batalla naval fue una victoria pírrica griega y tuvieron que emigrar de nuevo, algunos fueron a la Italia continental, otros a Massalia, la actual Marsella, y algunos a Emporion. Debido al crecimiento de la población, Emporion se expandió más allá de la pequeña isla donde los focenses se habían asentado por primera vez, como pasó con Cádiz. Tanto el griego Estrabón como el romano Tito Livio describieron Emporion como una ciudad dual, con una población griega y otra nativa dividida por una muralla. Tito Livio dejó esta descripción:
“Emporion estaba formada por dos ciudades separadas por una muralla. Una ciudad habitada por griegos de Focea, como los massaliotas, y la otra por hispanos. La ciudad griega, próxima al mar, estaba rodeada por una muralla de menos de 400 pasos. La ciudad hispana, más alejada de la costa, tenía una muralla de 3000 pasos de perímetro (…) La parte de la muralla que miraba a tierra, bien fortificada, tenía una sola puerta vigilada por un magistrado por turno. Por la noche montaban la guardia en las murallas la tercera parte de los ciudadanos.”
Este texto deja claro que los íberos y griegos coexistían y eran vecinos, pero no de la clase de vecinos que organizan fiestas juntos y se saludan amablemente, no, sino de la clase que solo se habla cuando es absolutamente necesario. La desconfianza de una población hacia la otra estaba clara, pero ambos se necesitaban porque tenían intereses comerciales compartidos. En cualquier caso, la colonia de Emporion creció lo suficiente como para convertirse en una pequeña ciudad-estado independiente, como lo demuestra el hecho de que comenzaron a producir monedas. Las monedas de Emporion circularon rápidamente por Cataluña y el sur de Francia, y la ciudad fue bastante importante entre los siglos V y III a. C. ¿Y después de eso qué pasó? Pues que Cartago y la República romana comenzaron a asomar la cabeza y eclipsaron a todos los demás extranjeros y nativos de la península ibérica.
El Veredicto: Herencia fenicia
El Veredicto de hoy es una reivindicación de la herencia fenicia, y lo digo porque la influencia de los fenicios en la península ibérica a menudo ha sido subestimada. Eso es porque España es considerada heredera del Imperio romano, que a su vez heredó la cultura griega. Pero siguiendo esta secuencia, la cultura griega clásica también fue influenciada por los fenicios, no solo en las artes sino que incluso su alfabeto es una adaptación del alfabeto fenicio.
Tal vez sea cierto que a largo plazo los griegos influyeron más a la España contemporánea gracias a los romanos, pero me parece importante destacar aquí que durante la Primera Edad de Hierro los fenicios tuvieron una influencia mucho más notoria que los griegos. No sé si es porque el nacionalismo español rechaza nuestras influencias semíticas o porque suena más guay decir que España es descendiente de las culturas grecorromanas, pero, en cualquier caso, este tipo de simplificaciones dificultan entender la historia tal y como sucedió. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
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Fuente
Bernal-Casasola, Darío, et al. «Deeper than expected: The finding of a remarkable ancient harbour at Gadir/Gades and an exceptional sedimentary archive (Cadiz, Southern Spain).» Journal of Maritime Archeology 15 (2020): 165-183
Celestino Pérez, Sebastián, y Carolina López-Ruiz. Tartessos and the Phoenicians in Iberia. Oxford University Press, 2016.
Celestino Pérez, Sebastián. Tarteso. Territorio y cultura. Ariel, 2016.
Celestino Pérez, Sebastián. “Tarteso. Una realidad histórica” YouTube, subido por Fundación Juan March, 13 de abril de 2018. www.youtube.com/watch?v=9KC_zV64oFI
Domínguez Ortiz, Antonio. Historia de España 1: desde la prehistoria hasta la conquista romana (siglo III a.C.). Planeta, 1990.
Gracia Alonso, Francisco, editor. De Iberia a Hispania. Ariel, 2008.
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Menéndez Fernández, Mario, et al. Prehistoria y protohistoria de la Península Ibérica. Tomo II. UNED, 2007.
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